jueves, 28 de febrero de 2008

The road

Esta novela de Cormac MacCarthy es devastadora. Además es un artefacto literario construido con maestría (si juzgamos desde la perspectiva del, por Cortázar llamado, lector hembra, que es el que siente verdadero placer del texto, como decía otro francés).

La novela transcurre en un mundo destruido tras alguna hecatombe nuclear, se supone. En este mundo un padre y su hijo luchan por la supervivencia.

Un padre y su hijo luchando también por la dignidad cuando, ahora ya sí, Dios ha muerto, en un mundo en el que sólo rige la ley de la dominación del débil. Un mundo en cenizas.

En este marco los esfuerzos por mantener la dignidad son supererogatorios, heroicos. Lo normal sería entregarse a la dominación o suicidarse para no ser dominado. Sólo los verdaderos supervivientes siguen luchando. Las reglas morales son impedimentos para sobrevivir. La dignidad es un obstáculo para la supervivencia. Por ello, el protagonista de la novela, el padre, es un héroe.

La novela se ha vendido bien. Debe ser porque ya sólo percibimos la dignidad cuando las circunstancias dificultan mantenerse erguido. El tejido moral de nuestra sociedad (¿o hablo sólo de mí?) ha sufrido tantos ataques del relativismo y del capitalismo que ya no percibimos los hilos que nos vinculan ni la urdimbre que tejen. Necesitamos lo extremo para reconocernos en nuestra anodina obediencia cotidiana a lo que somos.

martes, 26 de febrero de 2008

Ratzinger: racional, no razonable

Este es el discurso que Ratzinger no pronunció en la Sapienza: "Mantener despierta la sensibilidad para la verdad".

En el discurso el Papa se pregunta qué puede y debe decir el obispo de Roma cuando acude a la universidad de su ciudad y concluye que tiene una autoridad moral que le permite hablar con la "voz de la razón ética de la humanidad". Tras afirmar esto se pregunta qué es la razón y para responder cita a Rawls (que junto con Habermas son las dos astutas referencias que elige para hablar con los académicos). Reproduce el pensamiento de Rawls del siguiente modo: "Rawls ve un criterio de esta racionalidad, entre otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han desarrollado argumentaciones suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina.".

La prosa de Ratzinger tiene la peculiaridad de volverse oscura ahí donde pone las mayores esperanzas de clarificar un asunto. Es lo que pasa con esta frase (tal vez mal traducida). Pero, a pesar de lo poco claro, se entiende su defensa de la razonabilidad de la fe católica en virtud de la historia de la teología, entendida esta como el procesamiento racional de las verdades de la fe.

No es esta, sin embargo, la definición que Rawls da de razonable. Pero tampoco cabe esperar del Papa una exégesis correcta de un filósofo del siglo XX. Sus intereses son otros. La frase más controvertida viene después:

"Ciertamente, mucho de lo que dicen la teología y la fe sólo se puede hacer propio dentro de la fe y, por tanto, no puede presentarse como exigencia para aquellos a quienes esta fe sigue siendo inaccesible. Al mismo tiempo, sin embargo, es verdad que el mensaje de la fe cristiana nunca es solamente una "comprehensive religious doctrine" en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma."

El mensaje de la fe cristiana no es una doctrina religiosa como cualquier otra, sino que es algo así como una metadoctrina desde la que se puede discernir la razonabilidad del resto de doctrinas. Según esto, la fe cristiana va de la mano de la razón (teología y filosofía).

Aceptemos que se encuentra una justificación cristiana de las libertades y de los conceptos de justicia social que se consideran básicos en las sociedades liberales desarrolladas. No parece exagerado aceptar esto, pues no se trata más que de releer el sermón de la montaña con la vista puesta en la Declaración de los Derechos Humanos. Encontraremos coincidencias y posiblemente se pueda incluso argumentar que el camino que ha llevado a la positivación de los derechos es religioso y teológico. En aras del argumento se puede aceptar. Pero también se puede aceptar que no sólo la tradición cristiana permite demostrar la filiación religiosa de nuestros derechos más preciados, sino que otras tradiciones religiosas y no religiosas pueden acreditarse como fundamentos prepolíticos de lo normativo actual. Lo cual no quiere decir más que cualquier persona razonable sea de la religión que sea estaría de acuerdo con los principios de justicia de nuestras sociedades y sería capaz de estarlo tanto por motivos religiosos como por motivos políticos o éticos. Con lo que ya tenemos la definición de razonabilidad.

Pero con esto no se ha discutido el lugar privilegiado que Ratzinger atribuye a la fe cristiana. ¿Por qué no puede ser considerada una doctrina como las otras y entre las otras? El argumento de Ratzinger no es un argumento, sino la expresión de un superioridad para la que no da pruebas. Ciertamente la teología cristiana es una construcción complejísima en la que uno puede aprender muchas cosas. Es una construcción racional, pero no necesariamente razonable. Para ser racional basta con saber usar el cerebro para construir cosas o sacar conclusiones. Ser razonable sin embargo requiere una serie de habilidades prácticas, siendo la más importante la renuncia a imponer las propias opiniones a los otros. La Iglesia Católica dio un paso en esta dirección con el Concilio Vaticano II. Algunos acusan a Ratzinger de actitudes preconciliares. Su insistencia en la verdad y en su esplendor así lo atestiguan. Y uno diría que el embobamiento que provoca en algunos intelectuales y académicos se debe más a su racionalidad que a su razonabilidad. Eso es un problema para la democracia.

sábado, 16 de febrero de 2008

Periodistas pavolvianos

Unanimidad en la prensa en castellano (que no en la estadounidense, por ejemplo): los altercados callejeros de las últimas dos noches en Copenhague se deben a la republicación de las caricaturas de Mahoma en la mayoría de los diarios daneses. Hay matices: mientras que estos y estos se limitan a transcribir una noticia errónea, estos publican la crónica de un enviado en el país vecino en el que persiste en el error a pesar de que al final de su texto explica las cosas como son. La publicación de la noticia despierta los instintos más bajos entre los lectores, como se puede ver en el lamentable nivel de este foro de discusión.

Digo que es errónea, porque las algaradas callejeras llevan en marcha desde el sábado de la semana pasada. Según la prensa danesa, parecen una continuación de las que sucedieron el año pasado con motivo de la desaparición de una especie de casal juvenil (Ungdomshuset). Los gamberros son los así llamados anti-sistema, grupo en el que cabe en realidad cualquier ideología. La policía no tiene clara la motivación de lo que está sucediendo, pero si hace más de una semana que duran, entonces no pueden estar motivadas por las caricaturas, que se republicaron el miércoles. Puede que ahora se hayan añadido también algunos musulmanes. Puede, sí. No es aún un hecho constatado.

A pesar de que es sabido que la quema nocturna de containers y de coches lleva más de una semana, alguien en una agencia de noticias se ha apresurado a vincular dos hechos: musulmanes y fuego en la calle, como en el extrarradio de París. A eso se le pone una buena foto y sale publicado. Los musulmanes enfurecidos que queman Europa y su libertad de expresión.

Que quede claro que con esto no defiendo la censura, ni siquiera la autocensura, ni digo nada sobre las caricaturas (ese es otro tema). Se trata aquí de indicar que los periodistas se dejan llevar por asociaciones automáticas contribuyendo así a la histeria popular.

Algunos moros se enfadan.
Alguien quema un container.
Los moros han quemado el container.

Un razonamiento impecable que todos, hasta los periodistas, podemos entender.

PS: El domingo siguen igual. "Sigue la ola de disturbios en Dinamarca por las caricaturas de Mahoma", e incluyen la frase trampa, el engaño: "La ola de disturbios se desató coincidiendo con la detención de una célula islamista que planeaba asesinar a uno de los dibujantes daneses que caricaturizó a Mahoma en el diario 'Jyllands Posten'". "Coincidió", dicen. Ni coincidió, ni, aunque hubiera coincidido, está justificado el titular.

Y eso que, sin saber danés, podrían haber mirado alguno de los vídeos que aparecen aquí, en donde se mencionan como hipótesis las propuestas el nuevo reglamento de la policía danesa que les concede más libertades para registrar y controlar a los sospechosos de delitos, o la semana de vacaciones escolares que han tenido los estudiantes daneses, o también, es cierto, la posibilidad de que algunos inmigrantes hayan aprovechado las algaradas para mostrar su desacuerdo (por llamarlo de alguna manera) con la republicación de las dichosas caricaturas. Pero todo esto es demasiado hipotético y poco amarillista para los redactores de por aquí. Aquí ya conocen el motivo. Y, mientras tanto, los "edificantes" comentarios siguen proliferando.


PSS: Domingo por la noche: La Vanguardia intenta contrastar la noticia, aquí, copiando párrafos de este editorial. La cosa parece más seria, pero no es así. El título (además de estar mal escrito) repite el lugar común y el error de situar en la misma fecha los dos altercados. Pero, además cita mal, porque, según Politiken, en el caso de que las algaradas tengan algo que ver con la detención de los dos presuntos planificadores del asesinato del caricaturista, la protesta iría dirigida no contra la republicación de las caricaturas, sino contra la ley de extranjería que permite la expulsión, sin apenas garantías jurídicas, de los extranjeros sospechosos de realizar actividades terroristas. Eso es muy distinto que escribir que “arde otro colegio por los disturbios por las caricaturas de Mahoma”. Muy distinto.

viernes, 15 de febrero de 2008

Legislación antiterrorista

El año pasado, el Ministerio para los refugiados, inmigrantes y la integración del gobierno danés, recibió un texto sobre los extranjeros sospechosos de terrorismo, cuya redacción había encargado a una comisión que debía ocuparse especialmente de definir y de precisar en qué consistía un comportamiento o una actitud “antidemocrática” (demokratifjendtlig). La comisión había recibido a su vez unas recomendaciones de un grupo de trabajo anterior que rezan:

“El grupo de trabajo aconseja que los extranjeros que a través de la palabra, el texto escrito o acciones haya mostrado un comportamiento antidemocrático o hayan mostrado oposición a los valores normativos y democráticos fundamentales deben ver limitada su entrada en Dinamarca / no verán prolongado su permiso de residencia en el país”.

En un primer paso, esta comisión definió lo que cabía entender por democracia, concluyendo que “una sociedad democrática se caracteriza en primer lugar por su adhesión a los derechos humanos fundamentales tal y como están consolidados, por ejemplo, en la Convención Europea de los Derechos Humanos de 1950”. A esto añaden, como es natural, los valores de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, la solidaridad” como elementos centrales en la comprensión de lo que debe ser una democracia. Dicho esto, se consideran antidemocráticos las expresiones y actos que intenten contrarrestar estos valores fundamentales.

Las conclusiones de esta comisión son que no es necesario revisar la ley de extranjería danesa. Todo esto a propósito del debate de los últimos días en Dinamarca sobre qué hay que hacer con los dos tunecinos con permiso de residencia que han sido detenidos por planear el asesinato del dibujante autor de la famosa caricatura de Mahoma con un turbante-bomba. Basándose en el artículo 25 de la ley de extranjería danesa podrían ser expulsados sin que se tuviera que probar su culpabilidad, pues las autoridades judiciales no tienen acceso a las informaciones recogidas por el servicio secreto danés. El párrafo es digno de ser mencionado, pues pone en blanco sobre negro los esfuerzos de las naciones europeas por contrarrestar el terrorismo, pero al mismo tiempo conlleva cierta inseguridad jurídica que entra en contradicción con los valores democráticos que, al mismo tiempo, desea defender:

§ 25. Un extranjero puede ser expulsado si
1) puede ser considerado un peligro para la seguridad del Estado
2) puede ser considerado una seria amenaza contra el orden, la seguridad o la salud públicas.”

¿Es la planificación de un asesinato una amenaza contra el Estado? ¿Quién puede valorarlo? ¿Qué pasa si los que lo deciden, los servicios secretos, no pueden, por definición, presentar las pruebas que avalan la decisión? ¿Se ha convertido la policía antiterrorista en el cuarto poder por encima del jurídico?

En la prensa danesa se mira con preocupación la pérdida de garantías jurídicas que conlleva esta legislación. Jyllands-Posten, sin embargo, no cree que sea tan preocupante y dice literalmente: "La opinión pública no ha tenido acceso a los materiales en los que se basan las conclusiones [para expulsar a los tunecinos], pero han sido valorados por altos cargos en el gobierno, entre ellos tanto el ministro de justicia y el ministro de integración". De nuevo una conjunción adversativa que es una declaración antidemocrática en sí misma.

Y, mientras tanto, en Bielorrusia sí que lo tienen claro.

jueves, 14 de febrero de 2008

¡Fuera bozales!

Son diversas las iniciativas de referéndum en Suiza que se encuentran actualmente en fase de captación de firmas a la espera de lograr suficientes apoyos para ser votadas por toda la población. El partido de los Demócratas Suizos, cuyo líder se define como "nacional-conservador con una intensa conciencia ecológica y social", ha logrado que se inicie oficialmente la campaña de recogida de firmas (hasta febrero de 2009) a favor de que se vote la iniciativa "¡Fuera el bozal!" que pretende la inclusión de un artículo en la Constitución y la desaparición de un artículo del código penal, ambos relativos a la libertad de expresión.

Este partido no parece que tenga en la actualidad representación política y si leemos su decálogo encontramos todos los lugares comunes de la xenofobia nacionalista y occidentalista, aderezada convenientemente de populismo. Transcribo:

1. Freno a la inmigración en lugar de caos multicultural.
2. Confederación en lugar de sociedad paralela.
3. Protección del paisaje en lugar de liquidación de la patria.
4. Identidad en lugar de globalización.
5. Social y nacional en lugar de avaro y brutal (o neoliberal)
6. Libertad en lugar de dictado de la UE e imperialismo de los EEUU.
7. Futuro para las familias suizas en lugar de millones para los solicitantes de asilo.
8. Seguridad y orden en lugar de terror multi-culti.
9. Protección de la naturaleza y del ambiente en lugar de crecimiento descontrolado.
10. Libertad de expresión en lugar de porra racista.

El punto décimo es el que vale la pena leer en su totalidad para comprender la iniciativa de referéndum:

"Ningún otro país está tan inundado de extranjeros como Suiza (1,5 millones tienen permiso de residencia permanente, de éstos 120.000 tienen estatus especial o de refugiados, y además hay unos 300.000 ilegales). Por ello el SD quiere eliminar la ley antiracista (bozal) suizófoba con ayuda de la iniciativa "Por una expresión libre de las opiniones - ¡Fuera la porra racista!". La policía y los jueces tienen cosas mejores que hacer que perseguir a los que piensan de forma distinta y a los críticos de la inmigración."

Así, promueven una modificación del artículo 16 de la constitución en el que se garantiza el derecho a expresar las opiniones y a recibir información. Si se aceptara esta iniciativa popular, habría que añadir la siguiente subsección:

"Art.16, al. 4 (nouveau)

Dans le cadre de la formation de l'opinion et du débat démocratique, la liberté d'expression est garantie dans tous les cas et ne peut être restreinte par aucune disposition légale."

El complemento circunstancial con el que se abre la frase es básico, pues evidencia que la libertad de expresión debe ser pensada en relación con la finalidad a la que se aplica, en este caso, a la formación de la opinión y del debate democrático, sin que haya un control institucional de este debate. Como se indica en la misma propuesta, esta decisión implica la derogación del art. 261 bis del código penal y el 171c del código penal militar (idénticos). Se trata de artículos que con diversas formas se encuentran en los códigos penales de los países europeos, que suelen haber sido introducidos recientemente y que, como no puede ser de otra manera, movilizan un fuerte debate. En España se ha modificado el artículo correspondiente para, como bien se recuerda, excluir que la negación del genocidio sea punible. La redacción del artículo suizo es bastante más estricta que la del código español, pues, como se puede leer la negación e, incluso, la "minimización" del genocidio son allí consideradas punibles de hasta tres años de privación de libertad.:

"celui qui aura publiquement, par la parole, l’écriture, l’image, le geste, par des voies de fait ou de toute autre manière, abaissé ou discriminé d’une façon qui porte atteinte à la dignité humaine une personne ou un groupe de personnes en raison de leur race, de leur appartenance ethnique ou de leur religion ou qui, pour la même raison, niera, minimisera grossièrement ou cherchera à justifier un génocide ou d’autres crimes contre l’humanité"

La modificación (supresión del supuesto de negación del genocidio) en España vino propiciada por las apelaciones del propietario de la infausta librería Europa y en Suiza la propuesta va de la mano también de una minoría obsesionada con el peligro de las hordas de inmigrantes. De ahí que la etiqueta de liberales conservadores les vaya de perlas, pues lo que desean es una extensión de las libertades (de algunas libertades) para conservar una supuesta pureza interior, y para hacerlo se revisten del sayo de los disidentes, tan prestigioso en estos tiempos en que la disidencia es norma y ha quedado, por tanto, desactivada. Lo que, sin embargo, no está claro es de qué modo la negación del genocidio o la descalificación de una persona o de un grupo por motivos de raza o de religión contribuyen al debate democrático, como no sea para dejar claro que se ha renunciado a los argumentos y se ha pasado a utilizar el miedo, que es mucho más rentable y tira más que dos carretas.

Hay que preguntarse qué papel desempeñan este tipo de artículos en los códigos penales. Sin duda, son una muestra del punto de vista de los débiles y, como reza el eufemismo, desfavorecidos, de las víctimas y de los afectados. Los eventuales criminales ya disponen de garantías jurídicas, de modo que no es preciso que su punto de vista sea también considerado por el legislador. No se trata de otra cosa que de lo políticamente correcto nacido del prurito antietnocéntrico provocado por las lecturas de antropólogos. Tal vez lo políticamente correcto sea una cursilada con la que adornamos nuestras palabras para no insultar u ofender. Tal vez. Véase, sin embargo, a los grupos de machos dominadores entre sí, saltándose las normas de lo políticamente correcto entre carcajadas de grupo cerrado, dándose codazos. Nada que no hagamos cuando salimos a tomar unas copas. Ningún problema. Otra cosa es cuando uno se atreve a hacerlo delante de las cámaras, como si nada. Ahí más vale que haya leyes para los que no se saben controlar, aunque sólo sea para recordarles que deben mantener la dignidad.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Más Mahoma


(*)

Hoy los diarios daneses han vuelto a reproducir la viñeta dibujada por Kurt Westergaard y publicada en Jyllands-Posten (JP) hace ya más de dos años. Incluso Berlingske Tidende que hasta ahora aún no lo había hecho. Josep Ramoneda lo comentó ayer en el acto de presentación de la revista Quaderns del CAC, dedicada justamente al "derecho a la burla": las caricaturas son malas y él no las habría publicado, pero una vez iniciada la, así llamada, "crisis de Mahoma", entonces sí que lo habría hecho. (Algunos periódicos se preguntan si volverá a resurgir la crisis con motivo de estas nuevas publicaciones y, si es así, cuales serán los costes económicos para la industria danesa que en septiembre de 2007 ascendía a unos 260 millones de euros de pérdidas en exportación).

Un día después de que arrestarán a dos tunecinos y a un danés al que todos los periodistas añaden el calificativo "de origen marroquí", las páginas de opinión tienen un tema obligatorio: la libertad de expresión.

Sin embargo, antes de pasar a semejante asunto, vale la pena destacar la suerte que han corrido los sospechosos detenidos por el servicio de espionaje danés la madrugada del martes en unos bloques de edificios del extrarradio de Aarhus conocidos a principios de los noventa con el nombre de Bistanbul, apelativo en el que se combina la referencia a Estambul con el nombre de las ayudas estatales a las personas sin empleo (bistandshjaelp). Al autobús que pasa por allí se lo conocía entonces como el "expreso del ajo", por el olor a ídem que desprendían los iraníes, marroquíes, turcos, palestinos y otros que lo utilizaban. A la mañana siguiente de los arrestos los habitantes de Gellerupparken, que así se llama, desconocen lo sucedido, se irritan por la mala fama que esto les reportará y algunos llegan a musitar que no piensan decirles a los periodistas lo que realmente piensan no vaya a ser que los envíen a Guantánamo (esto último, según una crónica de JP). Pues bien, la suerte de los detenidos: los tunecinos serán expulsados del país inmediatamente, sin juicio, sin más pruebas que las aportadas por los servicios secretos y sin posibilidad de defender su inocencia, en aplicación, supongo, de alguna ley de nuevo cuño aplicable a los extranjeros que cometen delitos o que participan en actividades terroristas, en la línea de la archiconocida Patriot Act americana.(**) Por su parte, el danés ha sido puesto en libertad, supuestamente porque no ha cometido más delito que la preparación de uno (siendo, además las pruebas poco sólidas) y, tras la detención, ha quedado ya desactivada su capacidad delictiva, así dice, Jacob Scharf, jefe del espionaje (PET):

"No hemos querido correr un riesgo innecesario y por ello hemos decidido intervenir en una fase muy temprana para impedir la planificación y la ejecución del asesinato. Así pues, la operación nocturna debe ser vista, en primer lugar, como una actuación preventiva cuyo objetivo era impedir que se cometiera un infracción de la ley."

Esta actitud preventiva se observa en la modificación de muchos hábitos de la comunidad danesa, como es la proliferación de guardas de seguridad en las sedes de los periódicos y de dispositivos que dificultan la entrada en edificios oficiales. También se observa en los guardaespaldas con los que llevan meses conviviendo el dibujante de 73 años y su esposa.

Pero el gran tema, al parecer, es la libertad de expresión y la solidaridad con los amenazados.

Los progresistas de Politiken dicen que "con independencia que JP en su momento usó la libertad de expresión de manera poco inteligente y con consecuencias perjudiciales, tiene derecho a una solidaridad incondicional cuando se la amenaza con el terror". Los cristianos de Kristeligt Dagblad repiten la letanía de la libertad de expresión como fundamento del resto de libertades y apenas muestran preocupación por los excesos que puede provocar una aplicación demasiado estricta de la legislación antiterrorista. Naturalmente, JP es el diario que más conclusiones saca de este asunto y viene a decir que esto no es más que un primer paso hacia el oscurantismo y la claudicación en manos de los fundamentalistas y fascistas, preguntándose, para acabar, dónde están los musulmanes moderados y por qué no dicen nada. Si bien en sus argumentos no hay nada irrazonable, sí que resulta cuando menos preocupante el sesgo que adoptan, que, como ya han demostrado varios estudios recientes, consiste en saltarse las normas de la corrección política para luego decir que es una heroicidad hacerlo y que nadie, excepto ellos, se atreve Con esta estrategia no hacen otra cosa que seguirle el juego a los populistas de derechas (Dansk Folkeparti).

La libertad de expresión puede servir, claro está, para dejar de lado la hipocresía y gritar bien fuerte que ya basta de tanto extranjero. No es, ciertamente, un uso muy edificante, pero, aunque sólo sea por coherencia, habrá que luchar porque los energúmenos puedan ejercer de tales en público.

Para acabar: los países pequeños como Suiza, Noruega, Dinamarca u Holanda sólo aparecen en la prensa ya sea para celebrar a sus casas reales o para denunciar la xenofobia y el populismo de derechas. Habría que recordar a los lectores que en esos sitios no siempre las personas muerden a sus perros.



(*) (Nota políticamente correcta) Sólo por solidaridad se entiende la reproducción de esta caricatura cuya calidad artística o satírica no puedo valorar. Sí puedo, en cambio, reprocharle al autor la utilización de la profesión de fe musulmana en el turbante, pues, como es sabido, se trata de algo más que palabras. A mí, la verdad, no me habría parecido un sacrifico haber presentado el mismo dibujo sin esas palabras que, sin duda, son ofensivas cuando son utilizadas por un perro infiel.

(**) Poco después de escribir esto salen nuevas noticias en las que se sostiene que los tunecinos pueden, si así lo quieren, solicitar un juicio para evitar ser expulsados, con lo que el alarmismo que había cundido motivado por la desprotección legal de los sospechosos extranjeros de terrorismo se ve atemperado por un sistema legal que, a pesar del terrorismo, mantiene sus garantías jurídicas. Se trata de seguir comportándose democráticamente, decentemente, a pesar de todo, para refutar así a Schmitt y quedarse con Habermas, por así decir.

lunes, 11 de febrero de 2008

Occidente como estrategia

Debe resultar decepcionante para los que participan con espíritu teórico constructivo en partidos políticos y para los que somos tan idiotas como para intentar reconstruir el armazón conceptual de las estrategias políticas, comprobar que casi no hay asunto que no sea utilizado como instrumento de atracción de electores. Si la mayoría de los electores tienen unas convicciones políticas afianzadas en preferencias más o menos estructuradas a las que no tienen acceso y si, por tanto, se hallan a merced de estas mismas convicciones, entonces los políticos (esto es, los asesores de imagen de los políticos) sólo tienen que descubrir de qué manera estimular los miedos y las filias de las gentes para atraerlas a su redil.

De ahí que aunque sea cierto que , como dice el Sr. Brotons, "la identidad occidental no es una tontería", sí que pueda ser utilizada como estrategia política como si nosotros fuéramos los tontos. Tampoco la "diversidad social" es una tontería, ni el respeto por las costumbres de los extranjeros, pero su alabanza como patente de corso de determinadas políticas, puede ser esgrimida para dar pátina de "progresismo" o de lo que convenga a lo que en realidad no es más que una campaña publicitaria.

Occidente es importante. Las libertades occidentales también. Y lo mismo se puede decir de la solidaridad social, así como de las culturas de los pueblos. Todo esto, sin embargo, se utiliza. Es justamente su fuerza evocativa la que es colonizada por los asesores de imagen y de opinión para iniciar debates que, si no me equivoco, sólo pretenden conseguir que cada cual pueda afinazarse mejor en sus propios prejuicios.

(Esto no obsta para que, a pesar de todo y a riesgo de ser tomados por idiotas, perseveremos en pasar el tamiz por los discursos públicos para, como buscadores de oro, sacar de vez en cuando una pepita reluciente que nos reafirme en nuestra condescendencia con el "sistema".)

jueves, 7 de febrero de 2008

Relativismo cero

Primero fue la tolerancia cero, expresión que designó la política de mantenimiento del orden público en Nueva York a partir de 1994, tras la elección de Rudi Guliani, pero que ya había sido utilizada a principios de los ochenta. Tolerancia cero significa que no se deben dejar pasar las pequeñas infracciones, pues a éstas las siguen otras pequeñas infracciones hasta darse un gran delito o deterioro.

La tolerancia cero es un eufemismo para no decir intolerancia. Intolerantes son los otros (algo parecido a lo que pasa con la palabra "pijo"). Nadie se considera intolerante, como mucho dirá que algo le parece intolerable, un pelo en la sopa de un restaurante de lujo, por ejemplo. En nuestro país, dado que se ha usado la expresión sobre todo para referirse a la conducción bajo el efecto del alcohol, se extendió la creencia que "tolerancia cero" significaba que sólo se toleraría una tasa de alcohol de cero. El folclore de las palabras.

Surge ahora la expresión "relativismo cero", usada por el señor Albert Rivera en un artículo sobre el barullo que han armado los políticos y la prensa a su servicio (o sea, toda la prensa) a propósito de las declaraciones de los obispos. El tono de su artículo deja clara su posición (y supongo que la del partido al que pertenece) sobre la cuestión: privatización de las religiones. La privatización, sin embargo, entendida no como regulación de las actividades públicas de los representantes religiosos o de los fieles, sino como exclusión del discurso público relevante en el proceso legislativo. Se entiende esta exclusión de forma tácita:

"Creo que los representantes públicos no deberíamos convertir estas declaraciones en el centro de la política, ya que es el mero reflejo de que España no es verdaderamente un país donde se separa la Religión del Estado".

Es curioso que escriba "religión" con mayúsculas, así como que hable de separación Religión-Estado y no Iglesia-Estado. La segunda expresión se entiende, pero ¿la primera? Es rara esta afirmación viniendo de un jurista, pues no resulta jurídicamente practicable la distinción que propone, ni que sea porque el Estado debe promover algunas formas de religión civil (lengua, patria, bandera, constitución, selección nacional, toros, paella, botijo, gracejo, raza, historia) para mantener su cohesión. Eso es lo que dicen los sociólogos (cf. Salvador Giner, Carisma y razón, Alianza).

Pero, bueno, esa no es la cuestión. Lo que interesa aquí es la expresión "relativismo cero":

"Relativismo cero con las actitudes discriminatorias que afecten a los derechos fundamentales de las personas por imposiciones religiosas, sobre todo teniendo en cuenta que algunas confesiones como la islámica defienden en su texto de referencia, el Corán, que la voluntad de un hombre vale dos veces la de una mujer."

Se podría decir algo sobre el lugar estratégico en el espectro político que pretende defender "Ciutadans" con esta afirmación, pues han descubierto que el punto oscuro de los socialistas es la tolerancia del respeto y el elogio porque sí de la diversidad. Lo dice el Papa y lo dice cualquiera que se haya enfrentado a una clase de jóvenes veinteañeros que han recibido un baño tal de relativismo cultural que se resisten, desde la ignorancia, a criticar cualquier otra cultura, porque ya se sabe, todas las culturas son respetables y vete tú a saber qué pensaríamos nosotros si hubiéramos nacido en una tribu de esas en las que hay un orden ancestral, etc. Tienen que pasar varias clases para curarse de esa enfermedad que en algunos casos es defendida con una lectura mal digerida de Foucault o de alguno de sus émulos, y la verdad es que son pocos los estudiantes que se curan, pues suelen venir curados ya a clase, dispuestos únicamente a reafirmarse en sus endebles convicciones, temerosos, como buenos españolitos, de perder su yo si alguien les demuestra que lo que pasa por sus cabezas es tan volátil como la gasolina que los transporta. Dicho sea de paso, tal vez ese arraigado miedo hispano a perder el yo cuando se pierden las convicciones sea una fuerte motivación para hacerse relativista, puesto que las convicciones pasan a ser la fuente de la identidad, ergo "tants caps, tants barrets".

El "relativismo cero" se entiende como la necesidad de afianzarse en algunos principios que nos permitan poner límites a la tolerancia, que, como es sabido, sólo tiene sentido si tiene límites, siendo la tolerancia ilimitada un concepto absurdo. No todas las formas de vida son aceptables, ni siquiera en el mundo privado. Por ello el concepto "violencia cero", aplicado a la así llamada violencia doméstica, resulta también tan adecuado, ya que supone una intervención en el, hasta hace poco, considerado espacio privado. "Relativismo cero" se propone aquí como eslogan contra la cultura del buen rollo con la que se suelen identificar las izquierdas y, aprovechando la demonización del islam que tanto nos afianza en nuestra supuesta identidad occidental y que nos une en el miedo al moro, se marcan bien claros los límites de la tolerancia que, para variar, coinciden con límites religiosos, raciales, nacionales y lingüísticos, demostrándose así que el liberalismo, cuna de la tolerancia, arrastra aún pesadamente su vinculación a contextos nacionales.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Permisos y control

Ayer la derecha, PP y CiU, votó en contra del "Projecte de llei sobre els centres de culte o de reunió amb fins religiosos". Habían presentado una enmienda a la totalidad que fue rechazada por la mayoría de los parlamentarios.

El proyecto se fundamenta en la necesidad de regular los locales en los que se llevan a cabo los cultos religiosos dada la creciente diversidad de Cataluña. Sostienen, además, los redactores de la ley que hay un vacío legal que ha creado desorientación entre las autoridades municipales así como entre los creyentes y los autóctonos. Y, claro, si hay un vacío legal hay que hacer algo por llenarlo, no vaya a ser que la gente haga lo que quiera.

No hay nada como una conjunción adversativa, sin embargo, para que se manifieste la voluntad del legislador:

"La llicència que aquesta llei estableix no té per objecte donar permís per a l’activitat religiosa en si, que és un dret fonamental, sinó garantir que l’ús del local concret per al qual s’atorga reuneix les condicions tècniques adequades al tipus d’activitat que s’hi ha de desenvolupar."

No se quiere, dicen, emular la tolerancia del permiso (Erlaubnis) que transparenta las relaciones de poder en la sociedad, esto es, que hay unos que toleran, dan permiso, y otros que son tolerados, que solicitan permisos. La sospecha está servida, de ahí que los rufianes de las ondas puedan condenar las iniciativas liberticidas del Govern.

A pesar de que es posible que algunos de los inspiradores de esta ley sean comecuras vengativos o ateos dogmáticos, lo que es seguro es que semejante proyecto tiene, sobre todo, consecuencias burocráticas y empequeñecedoras de los ciudadanos. Todos ante la ventanilla, con los papeles en la mano, esperando el placet de las autoridades. Aunque, en realidad, tampoco hay que dramatizar, pues se trata a fin de cuentas de poner salidas de emergencia, extintores e incensarios ignífugos, como en las escuelas o los hoteles. Una vez cumplidas todas las formalidades, los fieles o socios podrán finalmente postrarse ante quien más les convenga o convenza, pues este también es un país libre.

No te ofenderé. Y para que conste, firmo.

Se habla mucho, sin conocerlo, del concordato entre el gobierno de España y la Santa Sede. Los que saben dicen que no se trata de un concordato sino de diversos tratados internacionales. Vale la pena echarles una ojeada, pero el intríngulis jurídico que hay que sortear para hablar con conocimiento de causa requiere un trabajo que, quien esto escribe, por ahora aún no ha hecho. Venga esto a propósito de unas líneas en la prensa de hoy:

"Pero lo cierto es que, vulnerando de forma explícita su posición en el marco de los acuerdos jurídicos con el Estado español, han abandonado [los obispos] su condición de parte institucional para expresarse como beligerantes ciudadanos implicados hasta el cuello de la sotana en la contienda electoral. La trampa es muy burda. Conservan intacta su condición de parte contratante de un Tratado Internacional y al mismo tiempo se disfrazan de su condición de españoles para disparar contra los programas de determinados partidos políticos."

¿Qué restricciones impone el concordato a los representantes de la Iglesia católica? Todavía las desconozco en concreto, pero cabe suponer que el mismo hecho de firmar un contrato puede ser leído en una doble clave: se acepta que una determinada asociación es un interlocutor válido (a través de una instancia internacional que complica la comprensión jurídica del asunto) pero al mismo tiempo se controla la acción de esta asociación. Lo que es preciso aclarar son los límites de este control, las obligaciones que impone, no tanto al Estado, como a las asociación religiosa en concreto.

Como que no he encontrado (aún) los indicios de este control estatal, más allá del control obvio que supone un contrato, me centro en una de las prerrogativas concedidas. Se trata del artículo XIV del tratado que regula la cuestión educativa:

"Salvaguardando los principios de libertad religiosa y de expresión, el Estado velará para que sean respetados en sus medios de comunicación social los sentimientos de los católicos y establecerá los correspondientes acuerdos sobre estas materias con la Conferencia Episcopal Española."

"Los sentimientos de los católicos". Las suspicacias católicas que merecen un respeto especial por parte del Estado. ¿Se puede basar un contrato en la fina piel de uno de los contratantes? ¿A qué obliga esto? ¿A que no pueda salir un cómico en la televisión pública riéndose del Cristo del Gran Poder? ¿Cuánto pesa una ofensa?

Eagleton y Fish sobre Dawkins

Terry Eagleton y Stanley Fish escribieron en contra de los científicos ateos, en concreto, Richard Dawkins, que pretenden demostrar la improbabilidad de la idea de dios. Ambos coinciden en que Dawkins no sabe de lo que habla. Eagleton sostiene que el dios de Dawkins es de paja, el dios de los fundamentalistas retrógrados y que para este viaje necesita otras alforjas, las de la teología y no sólo las de la ciencia. Pero le reconoce, en el último párrafo, que su empresa tiene valor en tanto que se opone al relativismo de los bienpensantes que respetan las opiniones sean estas cuales sean. Fish deconstruye la estrategia de Dawkins, señalando que las razones o la razón no están de parte más de quien las usa, y que tan racional es creer en dios como en la ciencia, pues en ambos casos de trata de creencias con racionalidades inherentes y por tanto inconmensurables.
Lo cierto es que en la prosa de Dawkins encontramos un tono mesiánico y utópico (en el sentido que le da John Gray al término) bastante inquietante. Es el gesto del intolerante que propone someter la democracia a la ciencia. Quien más quien menos, todos preferimos que algunas decisiones gubernamentales se tomen atendiendo a valoraciones lo más objetivas posibles y que no se dejen en manos de los prejuicios ideológicos de los gestores de la cosa pública. Pero la ciencia también puede ser ciega y eso lo debería saber bien Dawkins, que es liberal y que, por tanto, lo que debe querer es que se respeten sus derechos y querer eso, ya se sabe, implica querer que se respeten los de los otros aun cuando estos los usen de maneras absurdas.
Mientras tanto, bienvenido sea el debate, aunque sea como en este desafortunado caso, utilizando las armas de los peores enemigos.

PS: Esto a propósito de algo que dijo Eagleton el lunes pasado en su entretenida (y demasiado chistosa) conferencia en el CCCB sobre sus amigos ateos, a saber, que visto el cristianismo existente en la actualidad no tenían otra alternativa que hacerse ateos. Lo que defiende la jerarquía eclesiástica es según Eagleton, marxista y cristiano sui generis, un caricatura de la fe. Lo mínimo que habría que exigirles a los científicos que se dedican a la honesta faena de negar a Dios es que supieran esto y no se comportaran como adolescentes que un día de repente se despiertan habiendo descubierto el Mediterráneo.

lunes, 4 de febrero de 2008

Derecho a intervenir

Se pregunta medio país si la Iglesia Católica tiene derecho a intervenir en el debate político justo antes de las elecciones. Si no lo tuviera, se hallaría en inferioridad de condiciones con el resto de ciudadanos y de asociaciones. De modo que se puede decir, en primer lugar, que ejercen su libertad de expresión y que la usan con el fin de aconsejar, según su doctrina, a los fieles que otorguen autoridad a estas opiniones. En esto está de acuerdo Habermas, por ejemplo, filósofo ateo que, como él mismo decía recientemente, se ha hecho mayor pero no religioso.
Las reacciones que ha suscitado la carta de recomendaciones obispales han sido de crítica, lo cual también está bien, pues sólo faltaría que alguien exigiera no sólo su derecho a decir lo que piensa, sino también a que no se lo critique por hacerlo. Así que, como decía Rodríguez Ibarra el otro día, ahora los obispos tienen que apechugar, pues ya se sabe que el uso de la libertad lleva aparejada la asunción de las consecuencias de los propios actos.
De todos modos, este debate actual tendría algo de bueno si sirivera para calibrar qué organizaciones pueden recibir fuinanciación del Estado y a qué las compromete esta financiación. También se plantea la cuestión de las dobles fidelidades, a Roma y a España, en este caso. Y digo que tendría, porque lamentablemente la democracia española no está para debates, sino para luchas, democráticas, cierto, pero luchas a fin de cuentas, ya sea por los votos, ya sea para excluir a los adversarios, ya sea por defender intereses creados o por crear.
Está claro que todo habría sido muy distinto sin el añadido a propósito del diálogo con los terroristas. Ahí hay una toma de partido (político). Pero también la hubo cuando el Vaticano se opuso a la guerra de Irak. En todo caso, lo que queda claro es que la Iglesia vuelve a ser un interlocutor social, y de eso sacan tanto partido los creyentes como los increyentes, que, como casi todo el mundo en este país, sólo se conforman cuando ven ratificados sus prejuicios.
Ya lo decía John Stuart Mill: "En la época presente [...] los hombres se sienten seguros no tanto de la verdad de sus opiniones como de que no sabrían lo que hacer sin ellas."

viernes, 1 de febrero de 2008

El orden altera el producto

Justo ayer publicaron los obispos sus consejos para los católicos con motivo de las próximas elecciones y ya anda medio país diciendo que se podrían haber callado.

Una observación y dos codas:

Observación: ¿Por qué dejan para el final lo más importante? (*) Este es el pensamiento social de la Iglesia Católica Española: los pobres los últimos. Parece, en realidad, una viñeta de Quino.

Coda a) La consabida referencia a la "recta razón" para guiar la moral. No se trata de una cuestión filosófica, sino estratégica. Surge la sospecha de que dicen razón porque es lo que los tiempos demandan, igual que reclamamos tolerancia cuando ya no tenemos poder.

Coda b) "No es justo tratar de construir artificialmente una sociedad sin referencias religiosas, exclusivamente terrena, sin culto a Dios ni aspiración ninguna a la vida eterna". Yo lo dejaría en que no es justo tratar de construir una sociedad, pues la sociedad se construye a sí misma.

Pero más allá de lo que a uno le pueda gustar o no de lo que dicen, la pregunta que aún nadie sabe muy bien cómo contestar sin hacerlo ratificándose en los propios prejuicios es si los obispos organizados pueden intervenir en una campaña electoral. Tal vez en lugar de intentar responder esta pregunta (que en la Constitución creo que ya está muy clara, esto es, sí que pueden participar, a diferencia de los militares), haya que dirigir la atención a noticias como esta que parece tan escorada por los que son motivo de la noticia como por los que la notifican. Son muchos los que sostienen que la religión debe desaparecer de la vida pública, basta ver las diferentes encuestas de hoy en los periódicos on-line. Primero habría que aclararse acerca de lo que sea esa vida pública o espacio público, y si están pensando en las instituciones del Estado que las llamen así y entonces sabremos a qué atenernos en las discusiones, pero que quede claro que en el espacio público se expresará quien así lo desee y, sobre todo, quien pueda pagar la propaganda, pues de eso se trata.


(*) No es hasta el punto décimo y último que se preocupan por los pobres y hambrientos, hasta ahí sólo hablan de moral pública y decencia.