Como es natural, uno está harto de su país y sus discusiones.
Un buen ejemplo de la complejidad e irritabilidad en Cataluña:
En la calle dos hombres se discuten sobre algo relacionado con sus coches. El uno le dice al otro, en catalán que qué coño está haciendo. A lo que el otro le responde otra grosería, pero en castellano. El catalán le dice entonces que la lengua que utiliza el otro ya lo explica todo. Ahí ya me fui, desolado ante el grado de politización absurda de lo cotidiano creada por los medios de comunicación de masas. (La misma escena podría haberse dado cambiando las lenguas de las personas y las personas de las lenguas).
Pero, claro, se me dirá. ¿Por qué escribe usted esto? ¿Cree usted que hay conflicto lingüístico en Cataluña? No. Los conflictos (tampoco tan graves) son otros y lo lingüístico no hace más que dificultar su solución o mediación.
miércoles, 2 de abril de 2008
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