La bioética trata sobre los límites. Tal vez sea ese el rasgo que distingue a todas las ciencias humanas normativas, a saber, que buscan poner límites a la acción humana. El saber basado en dogmas siempre lo ha tenido más fácil para limitar, pues su propia naturaleza está limitada. El dogma consiste justamente en no preguntar más allá de lo preguntable y de lo susceptible de ser respondido dentro del dogma. El dogma existe porque tiene límites. En cambio, el liberalismo se estructura a partir de la reducción de los límites así como a partir del reconocimiento que cada individuo debe poner los límites a lo que considera aceptable. Por ello la bioética liberal tiene tantos problemas para justificar las limitaciones que impone a la práctica.
La iglesia católica tiene muy claros cuales son los límites, o mejor, tiene muy claro por qué debe haber límites. El archicitado Benedicto XVI en un discurso a la Academia Pontificia de las Ciencias decía:
“Mientras que el cosmos físico puede tener su propio desarrollo espacio-temporal, sólo la humanidad, en sentido propio, tiene una historia, la historia de su libertad. La libertad, como la razón, (es una parte preciosa de la imagen de Dios dentro de nosotros,) y nunca podrá quedar reducida a un análisis determinista. Su trascendencia con respecto al mundo material tiene que ser reconocida y respetada, pues es un signo de nuestra identidad humana. Negar esta trascendencia en nombre de una supuesta capacidad absoluta del método científico de prever y condicionar el mundo humano implicaría la pérdida de lo que es humano en el hombre y, al no reconocer su unicidad y su trascendencia, podría abrir peligrosamente las puertas a su abuso.” (el paréntesis lo he añadido yo)
El fragmento es muy bueno y lo puede utilizar la bioética liberal. Basta con leer la cita prescindiendo del fragmento entre paréntesis, pues incluso el abuso del término “trascendencia” puede aceptarse sin “comprar” todo el paquete cristiano. Pero entonces ¿qué queda? ¿Podemos responder con Kant? ¿O con Mill? Podemos decir que la libertad es valiosa porque es lo que nos hace individuos. A fin de cuentas, ese es el principio del liberalismo como doctrina filosófico-política. Aunque la verdad es que con esto tampoco hemos avanzado tanto, pues una vez dicho que sí, que nosotros, como Sandel, también queremos poner barreras al campo, queda por decir dónde las instalamos y quién es el sujeto cuya libertad no se debe coartar. Piénsese en los diversos sujetos implicados en el aborto o en los que se verían afectados por la investigación con células madre. Sí, es cierto, no hay respuestas definitivas, ni para católicos ni para liberales, ni para católicos liberales. En todo caso, sirva la cita papal modificada para afirmar que si los liberales se ven ante la exigencia de fundamentar lo que dicen (exigencia que nuestros tiempos aún demasiado poco pragmáticos aún precisan), no lo tienen tan difícil pues, a fin de cuentas, lo que digan será tan débil y contingente como el argumento de dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario