En su Conferencia sobre ética, Wittgenstein propone esta división entre dos reinos: el de la religión y el de la ciencia. Tan pronto como miramos un acontecimiento del mundo con la mirada del científico, dejamos de verlo religiosamente. Por ello, la ciencia no puede probar que no hay milagros.
Esta afirmación reduce al absurdo los procesos de beatificación vaticanos, en los que se trata justamente de demostrar que el estado actual de las investigaciones médicas no puede explicar la curación de una enfermedad, de lo que se sigue (en un salto mortal con los ojos vendados y sin red) que ha habido intervención divina. Este fue el caso del Dr. Nevado que, según
Pero los recientes estudios de neurólogos, psicólogos y médicos logran explicar lo hasta ahora inexplicable a partir del concepto de placebo. Al parecer una de las enfermedades que han resultado susceptibles de ser tratadas con placebos es el parkinson, que es la enfermedad de la monja Marie-Simon Pierre cuya curación se presenta como prueba en el proceso de santificación de Karol Wojtila. Lo que algunos expertos médicos están demostrando es que, de igual manera que suministrar placebos puede contribuir de manera efectiva a la curación de enfermedades como el parkinson, también la oración puede activar el cerebro de manera que segregue las sustancias que aceleran la curación.
Conclusión: a medida que avance la ciencia, más dificultades deberían encontrar los miembros de
“El modo en que la ciencia ve el mundo excluye a los milagros”: lo que significa que lo que no puede explicar la ciencia, desde el punto de vista científico, es inexplicable, pero de ahí a inferir que ha habido intervención divina, hay un salto que sólo pueden hacer los miembros de la citada “consulta médica”.
Podríamos concluir de todo esto que los milagros existen dependiendo del punto de vista que se adopte, lo cual es bastante frívolo. Parece más ajustado decir, en cambio, que la oración, como placebo, puede resultar sanadora, con lo que tendríamos un motivo científico, ahora sí, para defender, en términos utilitaristas, que los fieles se encomienden a su dios, exista o no, siempre y cuando se los mantenga en la ignorancia del efecto placebo que están provocando y al que están sometidos. Por ello, los científicos que estudian el efecto placebo prefieren mantener sus resultados ocultos a la mirada pública: el secreto y la ignorancia, junto con la esperanza y la fe, son, en este caso, las fuentes de la curación.
Bienaventurados, pues, los pobres de espíritu.
1 comentario:
No hay nada que el pensamiento científico no pueda explicar, ya sea según la regla, ya según la excepción. "Fenómeno sobrenatural" vendría a ser así una contradicción en los términos, en tanto que el fenómeno está por definición comprendido en la naturaleza.
Sólo puede calificarse un hecho de milagroso en atención a los fines que se perseguían con él, con tal de distinguirlo de los sucesos azarosos, carentes de fin. El esquema sería, pues, que de la persecución de un fin no determinado por las circunstancias se sigue su consecución improbable.
Pero me parece fuera de lugar detenerse más de lo debido en estos temas, que al cabo se reducen a una cuestión de fe según sea la cosmovisión adoptada. Si no hay Dios, todo es azaroso, y si hay Dios, todo es milagroso.
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