Esta novela de Cormac MacCarthy es devastadora. Además es un artefacto literario construido con maestría (si juzgamos desde la perspectiva del, por Cortázar llamado, lector hembra, que es el que siente verdadero placer del texto, como decía otro francés).
La novela transcurre en un mundo destruido tras alguna hecatombe nuclear, se supone. En este mundo un padre y su hijo luchan por la supervivencia.
Un padre y su hijo luchando también por la dignidad cuando, ahora ya sí, Dios ha muerto, en un mundo en el que sólo rige la ley de la dominación del débil. Un mundo en cenizas.
En este marco los esfuerzos por mantener la dignidad son supererogatorios, heroicos. Lo normal sería entregarse a la dominación o suicidarse para no ser dominado. Sólo los verdaderos supervivientes siguen luchando. Las reglas morales son impedimentos para sobrevivir. La dignidad es un obstáculo para la supervivencia. Por ello, el protagonista de la novela, el padre, es un héroe.
La novela se ha vendido bien. Debe ser porque ya sólo percibimos la dignidad cuando las circunstancias dificultan mantenerse erguido. El tejido moral de nuestra sociedad (¿o hablo sólo de mí?) ha sufrido tantos ataques del relativismo y del capitalismo que ya no percibimos los hilos que nos vinculan ni la urdimbre que tejen. Necesitamos lo extremo para reconocernos en nuestra anodina obediencia cotidiana a lo que somos.
jueves, 28 de febrero de 2008
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1 comentario:
Una parte del exito de la novela se debe al cine, de los Coen en este caso, con la adaptacion de "No country for old men", la novela anterior de McCarthy.
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