Terry Eagleton y Stanley Fish escribieron en contra de los científicos ateos, en concreto, Richard Dawkins, que pretenden demostrar la improbabilidad de la idea de dios. Ambos coinciden en que Dawkins no sabe de lo que habla. Eagleton sostiene que el dios de Dawkins es de paja, el dios de los fundamentalistas retrógrados y que para este viaje necesita otras alforjas, las de la teología y no sólo las de la ciencia. Pero le reconoce, en el último párrafo, que su empresa tiene valor en tanto que se opone al relativismo de los bienpensantes que respetan las opiniones sean estas cuales sean. Fish deconstruye la estrategia de Dawkins, señalando que las razones o la razón no están de parte más de quien las usa, y que tan racional es creer en dios como en la ciencia, pues en ambos casos de trata de creencias con racionalidades inherentes y por tanto inconmensurables.
Lo cierto es que en la prosa de Dawkins encontramos un tono mesiánico y utópico (en el sentido que le da John Gray al término) bastante inquietante. Es el gesto del intolerante que propone someter la democracia a la ciencia. Quien más quien menos, todos preferimos que algunas decisiones gubernamentales se tomen atendiendo a valoraciones lo más objetivas posibles y que no se dejen en manos de los prejuicios ideológicos de los gestores de la cosa pública. Pero la ciencia también puede ser ciega y eso lo debería saber bien Dawkins, que es liberal y que, por tanto, lo que debe querer es que se respeten sus derechos y querer eso, ya se sabe, implica querer que se respeten los de los otros aun cuando estos los usen de maneras absurdas.
Mientras tanto, bienvenido sea el debate, aunque sea como en este desafortunado caso, utilizando las armas de los peores enemigos.
PS: Esto a propósito de algo que dijo Eagleton el lunes pasado en su entretenida (y demasiado chistosa) conferencia en el CCCB sobre sus amigos ateos, a saber, que visto el cristianismo existente en la actualidad no tenían otra alternativa que hacerse ateos. Lo que defiende la jerarquía eclesiástica es según Eagleton, marxista y cristiano sui generis, un caricatura de la fe. Lo mínimo que habría que exigirles a los científicos que se dedican a la honesta faena de negar a Dios es que supieran esto y no se comportaran como adolescentes que un día de repente se despiertan habiendo descubierto el Mediterráneo.
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