martes, 25 de marzo de 2008

La ética en la frontera

En la frontera habitan hombres, mujeres y niños que observan un código caduco de hospitalidad. El gesto de Martin de Tours cortando su capa para abrigar al mendigo, ese gesto que cabe cuando menos calificar como ético, urde la precaria vida en la frontera. Es el último vestigio de la humanidad reconocible para nosotros, tan civilizados. Los nómadas de la frontera duermen al raso y viven en el filo de la sangre, y sólo en ocasiones se refugian de la intemperie en el reflejo de la lumbre de las hogueras en los ojos de los viejos campesinos que los acogen o en una charla con un santo en una iglesia, o con unos gitanos con los que se cruzan en la pradera. Ese es el mundo de la Trilogía de la frontera, de Cormac McCarthy. Supongo que algunos críticos consideran que McCarthy utiliza un recurso facilón: el de los héroes en tiempo de precariedad. Pero, ay!, el placer de la lectura... ¡Qué saben los críticos del placer!

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