lunes, 29 de septiembre de 2008

Ética laica

En la Constitución de Ecuador que, por lo visto, aprobaron los ecuatorianos en el referéndum de ayer se lee en su artículo 3.4 que uno de los deberes principales del Estado es "garantizar la ética laica como sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico."
Si se le pregunta a un constitucionalista europeo qué piensa de esta constitución, lo normal es oír comentarios condescendientes. Basta ver la enorme lista de garantías constitucionales para darse cuenta de que no hay manera de desarrollarlas y de que la jurisprudencia constitucional sólo puede convertirse en un inmenso galimatías. Pero, con todo y con ello, la prolijidad de los derechos o la referencia a algo tan improbable como una "ética laica" que sea nada más y nada menos que el sustento del ordenamiento jurídico, ilustran sobre la necesidad de dejar las cosas atadas por el pueblo de modo que los jueces no dispongan de espacio de maniobra.
Pero cuando se concreta tanto se incurren en contradicciones, como la que se da entre esa inefable "ética laica" y la afirmación en los artículos 68 y 69 en los que se dice que el único matrimonio es el que se da entre hombre y mujer y que las parejas formadas por personas del mismo sexo no pueden adoptar. Desde una ética laica que sea el fundamento del ordenamiento jurídico, semejantes restricciones no son defendibles (ni necesariamente tampoco rechazables). Pero uno diría que en Ecuador no están para los matices en los que se regodea el decadente Occidente. Y perdón por el tono colonialista.

martes, 23 de septiembre de 2008

Hacer tangible lo intangible

El Pew Research Center sostiene, sobre la base de pormenorizadas encuestas que los estadounidenses mantienen dudas sobre la conveniencia de que las instituciones del Estado subvencionen a los Faith-based groups:

"Since early 2001, when the Bush administration first established a White House office to expand the role of religious organizations in providing social services, there have been clear divisions in public attitudes toward faith-based initiatives. The public has continuously supported the principle of allowing houses of worship, along with other organizations, to apply for federal funds to provide social services.

But there remains substantial opposition to the prospect of certain religious groups, notably Muslim mosques, taking on such a role. And the public overwhelmingly continues to reject the idea of groups that encourage religious conversion applying for federal funding to provide social services."

El problema no son las iglesias en general, sino en especial las mezquitas y los grupos que persiguen la conversión religiosa. Las prevenciones de los ciudadanos son normales, pues las religiones que trabajan para la conversión de la sociedad constituyen un peligro potencial (y normalmente imaginario, pero no por eso menos intenso) de acabar con la identidad nacional. No es extraño, pues, que, en cambio, se muestren más condescendientes con las iniciativas de las iglesias que, dada la pluralidad religiosa del país, no han aspirado nunca a convertir a sus conciudadanos, sino a mantener unida a su congregación.

Debe quedar claro que las ayudas no van destinadas a asuntos religiosos, sino a programas seculares o sociales como el combate contra la drogadicción o el apoyo a los pobres. Las iglesias son, así, un suplemento del Estado, prestando servicios ahí donde las instituciones del Estado no llegan. De modo que las ayudas, así como las exenciones fiscales que disfrutan las asociaciones religiosas, no están motivadas por la oferta de esperanza que supuestamente ofrecen (como dice Sarkozy), sino por algo mucho más tangible: el servicio social. Ahí radican las ventajas del sistema estadounidense de separación Estado/iglesias, en que los canales de contacto entre ambos sólo se dan ahí donde lo intangible (la esperanza) se hace tangible (el servicio).

lunes, 22 de septiembre de 2008

Deliberación entre razones seculares y religiosas

En su conferencia de 2001, Creer y saber, Habermas escribe:

"La frontera entre razones seculares y razones religiosas es, sin duda, fluida. De ahí que la determinación de esta frontera siempre discutida deba entenderse como una tarea cooperativa que exige que ambas partes adopten respectivamente la perspectiva de la otra".

En estricta observancia de los principios de la teoría comunicativa, Habermas sostiene que la deliberación pública requiere la capacidad de los interlocutores de cuestionarse sus propias convicciones y observarlas desde el punto de vista de los que no las comparten. Nadie debe enrocarse en sus posiciones ni desestimar las de los otros simplemente porque vienen de quien vienen. Pero, ¿quién son los interlocutores reales? Las facciones políticas o los grupos organizados no son buenos ejemplos, pues no persiguen tanto el entendimiento como la defensa de los intereses propios. Despolitizar la arena pública es, así pues, una necesidad. Despolitizarla no significa dejar la política para los políticos, como decía el Caudillo, sino acabar con el monopolio de las voces con poder y devolvérselo a los verdaderos depositarios de la soberanía democrática, o sea, a los ciudadanos. Este es el atractivo de la democracia deliberativa que podría dejar de ser un ideal teórico y pasar a la práctica si los periodistas y sus jefes dejaran de limitarse a ser transmisores de la voluntad hegemónica de políticos, obispos y empresarios.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Porosidad Estado/iglesias

En un discurso en Zanesville (OH), Obama explica cómo piensa regular las relaciones entre la administración y los grupos de orientación religiosa (Faith-based groups). Esta colaboración la inició Clinton, y Bush persistió, pero introdujo algunos cambios acordes con su orientación, según los cuales estas organizaciones pueden discriminar religiosamente a sus trabajadores. Los Faith-based groups reciben dinero del Estado para encargarse de ayudar a la gente, esto es, con fines seculares, no religiosos, pero con Bush consiguieron que, a pesar de que las subvenciones que reciben son estatales, les permitieran elegir a sus colaboradores en función de su orientación religiosa.
En su discurso (que he encontrado gracias a gaudi, buscando el término "faith"), Obama propone unas nuevas bases de colaboración con las iniciativas religiosas que se atengan a los límites legales constitucionales:

"Sé que la constitución establece una separación entre el Estado y la iglesia, pero no creo que esta separación se vea amenazada por la colaboración con grupos de orientación religiosa siempre y cuando se respeten los siguientes principios:
1. Si se recibe dinero federal no se puede discriminar ni a los receptores de la ayuda ni a las personas que se contraten para llevarla a cabo.
2. Las ayudas federales a las iglesias, templos, mezquitas o sinagogas sólo se pueden usar para programas seculares.
3. Garantizaremos que sólo recibirán ayudas los programas que tengan resultados efectivos."

El régimen de separación estadounidense se concreta en una sociedad no tan secularizada como la Europea y justamente por ello se halla bajo un atento escrutinio público, pues son diversas las confesiones que desean recibir ayudas o un trato de favor a través de los resquicios que presenta el muro de separación. En todo caso, estos resquicios siempre tienen una motivación económica, bien sean ayudas destinadas a fines muy concretos (nunca a fines propiamente religiosos), bien sean exenciones fiscales para las iglesias siempre y cuando no utilicen luego su poder para influir de manera ostensiva en la vida política del país.

Frente a tantos discursos sobre la esperanza, las raíces cristianas y la búsqueda de sentido, frente a tanta discusión sobre la laicidad sana, abierta, positiva, justa, excluyente, etc., el modelo americano ofrece claridad. La claridad del dinero.

Obispos haciendo política

Los obispos de Madrid, Alcalá de Henares y Getafe han enviado una instrucción pastoral a los colegios católicos de Madrid en la que dictan normas sobre cómo deben informar a los padres acerca de la objeción a "Educación para la ciudadanía".
No se halla en ella ningún argumento que justifique la objeción. Simplemente dicen que lo que ahí se enseña (relativismo moral (sic) e ideología de género) va en contra de "la doctrina social de la iglesia y el verdadero humanismo". Primero habría que ver si efectivamente se promueve el relativismo moral (yo diría que no) y la ideología de género (es posible, pero no está claro que sea una ideología sesgada ni no acorde con los principios constitucionales). En caso de que así fuera, se debería demostrar si ambas cosas vulneran el principio de neutralidad de las instituciones del Estado, y si no lo vulneraran los obispos deberían decir qué hay de malo en esas doctrinas. Si efectivamente los contenidos de la asignatura van en contra de algunos principios cristianos, ¿no pasan a ser esos principios (tal y como los interpretan los obispos) los que deben ser cuestionados?
Pero leer atentamente esta instrucción es perder el tiempo, pues es pura demagogia. Lo que están haciendo estos señores es política: apoyar a la oposición, enrarecer el ambiente, incitar a la objeción sin explicar por qué. Si tuvieran que justificarse tendrían un problema, de modo que prefieren decir que va en contra de sus principios y que por tanto la honorable objeción de conciencia está legitimada.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Laicidad malinterpretada

"Autentica laicità non è pertanto prescindere dalla dimensione spirituale, ma riconoscere che proprio questa, radicalmente, è garante della nostra libertà."

Esto y otras cosas dijo el miércoles Benedicto XVI hablando de su viaje a Francia. Viene a decir que la dimensión espiritual es la garantía de nuestra libertad y que en eso consiste la laicidad. La reformulación es hábil pero no se atiene a lo que en realidad es la laicidad, a saber, la libertad para que cada cual decida si su libertad se halla en la dimensión espiritual (como también creía Kant) o bien en la dimensión carnal. Efectivamente, la laicidad no prescinde de la dimensión espiritual, pero tampoco la toma en consideración, simplemente se muestra neutra frente a las diversas formas en que los ciudadanos entienden la libertad.
Pero, claro está que la amabilidad de Sarkozy y la aparente cercanía entre su discurso y el del Papa suscitan luego estas interpretaciones que borran las diferencias entre la laicidad y la confesionalidad en nombre de una laicidad positiva que, si bien reconoce las necesidades espirituales de quien las tenga, no debe definir en qué consisten esas necesidades ni legislar en su nombre.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Creacionismo en las aulas

Resulta absurdo enseñar el creacionismo en las aulas. En cambio, discutir sobre el creacionismo no es una idea estúpida. Lo decía Mill muy claro: para que una verdad mantenga su valor debe ponerse a prueba tantas veces como sea posible. Y qué mejor para el darwinismo que discutir con la "teoría" creacionista.

Esto a propósito de las críticas a Michael Reiss con motivo de unas declaraciones que se le atribuyen. Según los periodistas, Reiss, pastor de la iglesia anglicana y miembro de la Royal Academy, había propuesto que se discutiera el creacionismo en las clases de biología. No parece una mala idea, pero los científicos británicos se han rasgado las vestiduras con el engañoso pretexto de la slippery slope. La noticia está aquí.
Reiss finalmente ha dimitido y con él ha desaparecido la oportunidad de introducir a los alumnos en los rudimentos de la epistemología y en las virtudes del debate basado en los mejores argumentos (en este caso, los del darwinismo).

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La autonomía y el suicido asistido: Sandel

Se acaba de publicar otro libro de Michael Sandel (Marbot): Filosofía pública. Ensayos sobre moral en política. Se trata de una recopilación de artículos breves en que pone su oficio al servicio del pensamiento público, ejerciendo así su deber democrático.

Sandel suele pasar por ser un filósofo conservador en temas morales, si bien es de suponer que en los EEUU debe ser considerado un liberal. Pero el pensamiento de los buenos filósofos, y Sandel es uno, no se reduce a las tendencias políticas que se les atribuyen. Prescindiendo, así, de etiquetas es interesante leer sus consideraciones sobre el suicidio asistido (cap. 19).

En su texto Sandel discute con una recomendación escrita en 1997 por eminentes filósofos morales americanos (Rawls, Dworkin, Nagel, Nozick, Scanlon, Jarvis), para pedir al Tribunal Supremo que aceptara las decisiones de tribunales inferiores a favor del suicidio asistido. Sandel se opone argumentando que si bien apoyarse en la autonomía de las personas para estar a favor del suicidio asistido parece un argumento fuerte, se trata en realidad de un decisión discutible pues no es ajena a consideraciones morales: "El énfasis de estos filósofos en la autonomía y la libertad de elección implica que la vida es propiedad de la persona que la vive. Pero esta ética discrepa de una gran diversidad de perspectivas morales que contemplan la vida como un don del que nosotros somos custodios y que nos impone una serie de deberes" (161).

No se puede conjeturar que toda la sociedad compartirá este énfasis en la autonomía, pero está claro que tampoco comparten la concepción de la vida como un don y la de la dignidad humana como un bien inviolable en todos los casos. ¿Cuál sería el lugar de la neutralidad? Pero, ¿por qué la neutralidad? Tal vez las leyes no deban aspirar a ella. Tal vez deban también ejercer una labor pedagógica. Y si es así, ¿qué motivos hay para inclinarse a favor de la autonomía o de la vida como un don? ¿Y quién debe hacerlo? ¿Los jueces? ¿Los legisladores?

En todo caso, a favor de la autonomía habla el hecho de que el propio procedimiento democrático se sustenta en este concepto, de modo que la doctrina comprehensiva democrática (no neutra), apoya también la tesis de la autonomía. Ese es un argumento que podrían usar los expertos convocados por el gobierno español con motivo de la legislación sobre el suicidio asistido que han anunciado a través de la prensa.

Legislar las ofensas religiosas

El diario pakistaní Daily Times publica la siguiente noticia:

OIC to move UNGA against caricatures

ISLAMABAD: A resolution against the publication of blasphemous caricatures of the Holy Prophet (peace be upon him) in various countries will be presented in the upcoming session of the United Nations General Assembly (UNGA), an Organisation of Islamic Conference (OIC) representative said on Tuesday.
“The resolution will demand legislation against the publication of blasphemous caricatures of revered personalities and derogatory remarks against religions. It will also demand [sacrilegious] actions be declared a crime,” OIC Secretary General’s Special Representative on Kashmir Ezzat Kamel Mufti told a news conference.
Mufti said a particular group in America and the European Union had been launching attacks against Islam. “However, we should not get emotional and resort to any kind of violence, including suicide bombings,” he said.

Los daneses que, como Ralf Pittelkow (de quien por cierto la Fundación FAES acaba de publicar un libro), ven peligrar las libertades básicas de Occidente a manos de los verdaderos liberticidas islamistas, han puesto el grito en el cielo. El caso es preocupante, pero la dramatización y gesticulación excesivas trabajan para la xenofobia y son herramientas de la acción política inmediata.

La equiparación entre sacrilegio y crimen todavía pervive en diversos códigos civiles europeos que regulan la blasfemia. En Dinamarca tienen un artículo semejante, y en el Reino Unido también se contempla la criminalización de según qué ofensas basadas en la etnia o el grupo social del ofendido. ¿Supone esto un mensocabo de la libertad de expresión? Sólo para los que consideren que la libertad de expresión es buena en sí misma y no por el fin que persigue. Las ofensas sólo están justificadas si sirven para algo más que ofender. Lo cual se puede decir de las famosas caricaturas de Mahoma que iban destinadas y sirvieron efectivamente para suscitar un debate sobre la propia libertad de expresión y los sentimientos religiosos ofendidos. Sólo por eso, la OIC ya debería estar agradecida.

martes, 16 de septiembre de 2008

Amy Gutman, La identidad en democracia

La editorial Katz publica otro buen libro sobre el asunto de la identidad.

En la página 217 leemos lo siguiente:

"Las democracias deberían tratar a la conciencia de las personas (ya sea religiosa o secular) como merecedora de respeto, cuando ese respeto es compatible con la protección de los derechos fundamentales de los individuos".

Puede parecer una obviedad, pero no lo es, porque equipara la conciencia religiosa y la secular eliminando de este modo los privilegios exclusivos de lo religioso. Las dificultades aparecen, sin embargo, cuando unas conciencias, las religiosas sobre todo, están respaldadas por "grupos identitarios religiosos" que, como es el caso con las religiones organizadas, tienen una capacidad de interlocución mayor y a un nivel distinto que las conciencias seculares, que, por su parte, no pueden participar en el debate democrático más que siguiendo los canales abiertos para el común de los mortales.

Otra cita:

(228) "Los gobiernos democráticos deben descartar la fe como fundamento suficiente para crear leyes mutuamente vinculantes, pero la fe puede servir como complemento a razones buenas para las leyes y las políticas públicas."

Esto podría significar que cuando Sarkozy dice que la religión es importante y tiene que participar en el diálogo democrático, lo que debería querer decir es que, cuando se dispone de "razones buenas" para apoyar determinadas leyes públicas, las religiones deberían convencer a sus fieles de que deben aceptar esas leyes, y para hacerlo deberían ser capaces de formular esas razones buenas en términos religiosos que sus fieles entiendan. Lo cual significa que la religión sería, bien utilizada, una fuente de fidelidad cívica.

Sarkozy y Ratzinger

El exdirector de Le Monde presenta sin dramatismos las líneas maestras de los discursos que Sarkozy y Ratzinger se intercambiaron en el Elíseo:

“Todo un sector de la opinión pública, soliviantada por las declaraciones del presidente francés sobre el papel de la religión en la vida pública, esperaba al Papa -por así decirlo- "bastones en alto". Él mismo desactivó esta nueva polémica pidiendo simplemente para "el César lo que es del César", y se mantuvo a buena distancia de las disputas galas, insistiendo en cambio en el escándalo de la pobreza y elogiando la laicidad a la francesa.
En comparación, fue Nicolas Sarkozy quien se mostró más papista que el Papa al proclamar que sería una "locura", un "atentado contra la razón", privar a nuestras democracias del apoyo de las religiones. Sarkozy habló además de la "búsqueda de sentido", y de esperanza, con un vocabulario que habría cabido esperar del discurso del propio pontífice. Ni que decir tiene que la izquierda ha denunciado inmediatamente el cuestionamiento de otro dogma -laico esta vez-, acusando al presidente de socavar la "sacrosanta" laicidad.
En realidad es mucho ruido para pocas nueces. En el fondo, Nicolas Sarkozy habla de una "laicidad positiva" y aboga por el diálogo entre el Estado y la Iglesia en un país en el que ese diálogo existe y se desarrolla en condiciones globalmente serenas. Como siempre, Nicolas Sarkozy carga las tintas y crea expectación en torno a una idea que no cambia gran cosa, pero que él presenta como un concepto que lo cambia todo. Por supuesto, se trata de un guiño al electorado clásico de la derecha. Pero sobre todo expresa la voluntad -compartida en este caso- de abrir un espacio para un Islam de Francia -y de organizarlo-, que es la verdadera cuestión subyacente y no explícita. Ésta es la verdadera razón del intento -infructuoso- de reabrir en Francia un debate sobre la laicidad.”

De modo que, según Colombani, la laicidad positiva no está pensada para ahondar en las relaciones ya existentes entre la iglesia católica y el Estado (piénsese que la separación Estado-iglesia decretada por la ley de 1905 se ha ido adecuando a las situaciones concretas de modo que al fin lo que separa a ambas instancias no es un muro, como demandaba Thomas Jefferson sino un seto poroso), sino para incluir a los musulmanes en el diálogo para evitar lo que los agoreros y los pirómanos llaman “derivas multiculturales”, “sociedades paralelas” o guetos integristas”.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Diálogo con la jerarquía católica

En el Elíseo, hace unos días, el presidente de la República Francesa pronunció, entre otras, las siguientes palabras:

"La laïcité positive, la laïcité ouverte, c’est une invitation au dialogue, à la tolérance et au respect. Dieu sait que nos sociétés, Très Saint-Père, ont besoin de dialogue, de tolérance, de respect, de calme. Eh bien, vous donnez une chance, un souffle, une dimension supplémentaire à ce débat public".

A su derecha el Santo Padre asentía. Pero ¿qué "dimensión suplementaria" aporta el Papa al debate sobre, por ejemplo, la bioética? ¿La dimensión de un dogma milenario administrado cuidadosamente por una elite eclesiástica? ¿O la dimensión de los millones de católicos a los que Ratzinger lidera? ¿O se trata de mera cortesía?

La cuestión radica en lo que se entienda por diálogo. Si el diálogo consiste en que todos los participantes estén dispuestos a revisar sus convicciones (excepto la convicción de que deben estar dispuestos a revisar sus convicciones) frente a toda evidencia que hable en su contra, entonces mal van a dialogar los jerarcas del catolicismo. ¿No?

domingo, 14 de septiembre de 2008

¿Políticos católicos?

En la edición en papel de La Vanguardia se lee hoy el artículo semanal del cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach. Bajo el título "Tristeza ante una ley" leemos en su tercer párrafo:

"Dirijo mis palabras sobre todo a los legisladores católicos. [...] Los legisladores católicos, siguiendo los dictados de su propia conciencia, tienen un amplio ámbito de autonomía en la aplicación prudencial de las normas de su fe en la práctica política cuando se trata de temas que no tiene la gravedad de la cuestión que nos ocupa. Pero en el tema del aborto la conciencia queda gravemente comprometida en el sentido de hacer todo lo posible para que el derecho a la vida sea efectivamente reconocido en la legislación positiva de los Estados."

O sea que los políticos católicos tienen menor ámbito de maniobra que los que no son católicos. ¿Se puede dividir a los políticos entre católicos y no católicos? ¿Qué papel juega la conciencia de los políticos en su desempeño del cargo?

Podríamos responder que la conciencia no debe intervenir, pero eso sería una barbaridad, pues entonces podrían mentir y robar legítimamente. ¿Hasta dónde debe llegar la conciencia, entonces? Un principio que se podría establecer es que los dictados de la conciencia encuentran en la democracia un límite. Esto significa que cuando un legislador ve que hay una discrepancia entre su conciencia y el bien común tal y como lo define la mayoría de los legisladores, entonces debe actuar en contra de su conciencia, siempre y cuando encuentre motivos de peso para hacerlo así.

Lo que un legislador no puede decir es que sus principios le impiden buscar motivos de peso para apoyar una iniciativa legislativa concreta, y menos aún si resulta que durante el fin de semana se ha leído el artículo del cardenal y se siente, de repente, amenazado de excomunión.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Emisarios de la fe: Ratzinger y Erdogan

"La foi n'est pas politique et la politique n'est pas une religion".
Estas han sido las palabras destacadas por Libération poco después de que Benedicto XVI aterrizara en Orly.
La frase no significa nada en concreto, pero sirve para ratificar que la iglesia católica, aunque sólo sea formalmente, acata el principio de separación entre Estado e iglesia.
Salvando las distancias (expresión algo vaga con la que se pretende ocultar la más que probable demagogia de la comparación que viene a continuación), la visita del Papa recuerda en cierto modo a la de Erdogan en Alemania en febrero de este año. El jefe de gobierno turco afirmó que "la asimilación es un crimen contra la humanidad" y animó a sus compatriotas en Alemania y el resto de Europa a mantener su identidad turca (mencionó la lengua pero no la religión).
Dos jefes de Estado animando a sus fieles y a sus compatriotas respectivamente a mantener sus vínculos con otro Estado que aquel en el que viven. La asociación turca, Ditib, que dirige la construcción de la mezquita en Colonia, está financiada por el Ministerio para la religión turco. Nos encontramos así con un país supuestamente laico que contribuye al mantenimiento de la religión islámica en un país extranjero. Por otra parte, el Vaticano, otro poder extranjero, lucha por los derechos de sus fieles en todo el mundo y mantiene múltiples "embajadas" en casi todos los pueblos de Europa occidental.
Las diferencias entre ambas infiltraciones en la soberanía de los países europeos son muchas, pero la que destaca el orientalismo (cf. Said) imperante en nuestra manera de ver el mundo es que unos son cristianos y los otros musulmanes. Que unos son pacíficos y los otros terroristas. Que unos somos nosotros y los otros son, eso, otros. Ante esto hay dos alternativas: o ser tan ingenuos con el Islam como lo somos con los católicos, o temer a ambos por igual.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Objeción argumentada

Siguen las sentencias de los tribunales autonómicos sobre la objeción a la asignatura "Educación para la ciudadanía". Huelga decir que este asunto hace mucho que ha dejado de competer a la educación para convertirse en un motivo para escenificar las diferencias políticas. Además, su judicialización y la inexistencia de un criterio común a los diversos tribunales no ha hecho más que aumentar la desorientación ciudadana al respecto. Hace un tiempo, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía dictaminó que los padres tenían derecho a objetar y que no tenían que argumentar su objeción quedando amparados en el artículo 16.2 de la Constitución Española según el cual “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias”.
Informa hoy la prensa de una nueva sentencia, esta vez de Cantabria. Dice la noticia:

"La sala alega que los padres no han argumentado "mínimamente" por qué motivos la asignatura puede vulnerar sus derechos fundamentales a la libertad ideológica y de conciencia y subraya que con aducir la posible vulneración sin más concreción no es suficiente para aplicar la medida cautelar."

Sin conocer el resto de la sentencia, resulta ejemplar el argumento de los jueces, pues si no se aducen motivos para objetar a la asignatura, si simplemente se alegan motivos de conciencia sin decir cuáles son, se permite que los ciudadanos hagan el juego sucio de los partidos políticos. En cambio, obligando a los candidatos a objetores a argumentar su objeción se logran dos cosas, ambas buenas: que se ponga a prueba definitivamente la parcialidad o imparcialidad del temario de la asignatura, y que se realice un debate público sobre la cuestión sin que los políticos marquen el orden del día.

Por lo que se refiere a la imparcialidad de la asignatura y más allá de la probable torpeza de los redactores al enfatizar la cuestión de la "ideología de género", aún no se ha oído ningún argumento válido para oponerse a sus contenidos, como no sean argumentos no democráticos que, por definición, quedan descalificados.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Ofensas



Es natural que los códigos civiles protejan a los ciudadanos de los insultos. Así, en la sección 5 de la Public Order Act británica leemos que:

"(1) A person is guilty of an offence if he—

(a) uses threatening, abusive or insulting words or behaviour, or disorderly behaviour, or

(b) displays any writing, sign or other visible representation which is threatening, abusive or insulting, within the hearing or sight of a person likely to be caused harassment, alarm or distress thereby."

No hay ninguna referencia a los motivos de la ofensa, de modo que tanto pueden ser personales como religiosos. En el primer caso, es difícil no sentir simpatía por el ofendido, sobre todo si no se trata de un ciudadano con un cargo público. Sin embargo, cuando los motivos son religiosos se introduce un elemento de arbitrariedad que sólo las sentencias pueden en cada caso acabar normalizando.
Esto viene a cuento porque hace unos días una ciudadana cristiana se ha sentido ofendida por la imagen que encabeza este post y ha denunciado a la galería que la exhibe pues se siente ofendida y además considera que el único objetivo de la escultura de Terence Koh es provocar el desagrado de los cristianos.

Cabe suponer que el juez deberá decidir si la demandante está ofendida por motivos personales o porque se ha ofendido a su religión. En el caso de que sea la religión la ofendida, habrá que ver si esta puede ser representada por cualquiera de los fieles que a ella se adhieren.

Pero la cuestión legal no compete aquí. Sí, en cambio, las palabras de la demandante, la señora Emily Mapfuwa, que sostiene que "I don't think this gallery would insult Muslims in this way, so why Christians?" De nuevo el argumento de la reciprocidad. De nuevo el argumento de la violencia de los otros: dado que los otros son violentos (o eso se acaba creyendo a base de repetirlo), nadie se atreve con ellos, por qué entonces lo hacen con nosotros, ¿porque somos débiles?

Reciprocidad y trato igual para todos, reclaman los cristianos. Que se ofenda a todo el mundo o a nadie, pero nada de respeto selectivo. Eso dicen. Pero si se aplica la reciprocidad a rajatabla, entonces que sirva esto también para los privilegios. Ofensas para todos, pero laicidad abierta también y reconocimiento de todas las religiones. Esa es la alternativa.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

¡Qué agonía!

"Andalucía multa al médico que alargue la agonía del enfermo": con semejante titular abre El País la edición de hoy. ¿Qué significa no alargar la agonía de un enfermo? No ensañarse terapéuticamente. No sostener lo que se está cayendo, dejar que se derrumbe lo que la naturaleza ya no puede mantener erguido. En nombre de la vida y de su santidad se pierde de vista que la vida está hecha para morir y que la gran mayoría llega un momento en que, nada más natural, desea que se acabe esta agonía.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Mezquitas y minaretes



La laicidad y la libertad religiosa no siempre conviven bien. Los defensores de la primera no siempre están de acuerdo en que el Estado garantice el ejercicio de la libertad religiosa pues en realidad creen que las instituciones laicas deben promover la secularización de la sociedad así como la progresiva privatización y, finalmente, desaparición de las religiones. Sin embargo, la laicidad topa con unos límites constitucionales que protegen a los creyentes de las euforias anticlericales de los laicistas inmoderados.
Basta ver los comentarios de los lectores al anuncio de la construcción de una mezquita enorme en Colonia (Alemania). La mayoría del consejo municipal aprobó la construcción de la mezquita promovida por la asociación islamo-turca Ditib. Debe quedar claro que simplemente se les ha concedido el derecho a construir un edificio de culto en un terreno propio y que no se les ha dado ninguna subvención, pues la mencionada asociación cuenta con fondos procedentes del gobierno turco. El argumento de los opositores, tanto el CDU (con la excepción del alcalde) como la asociación populista de derechas Pro Köln, sostienen que no se trata de un proyecto de integración de los ciudadanos musulmanes sino de una “demostración de poder”. Frente a los políticos que defienden el derecho de los musulmanes a no verse obligados a practicar su culto en sótanos o en patios interiores y que confían en que la mezquita se convierta en un símbolo más de Colonia, los opositores arguyen que se trata de un paso más en la islamización de Europa promovida por gobiernos extranjeros como Turquía.
La palabra clave que repiten los opositores a la construcción de la mezquita es “islamización”. Incluso en Alemania, en donde la xenofobia apenas puede ser expresada en público como es el caso en Dinamarca u Holanda, la derecha está empezando a decir las cosas claras. El sentimiento de culpa del nazismo se va difuminando y las palabras gruesas contra los inmigrantes ya no son monopolio de los radicales sino también de algunos cargos públicos. Cada vez se habla más claramente, se señala a los extranjeros, en especial a los musulmanes, con menos escrúpulos. La islamización es vista como una pérdida de las raíces del país, como una mezcla que acabará con Alemania entendida en términos de pureza nacional. El discurso, ciertamente, se apoya en el vínculo entre Islam y terrorismo. Se rechaza toda manifestación pública de los musulmanes, y se recurre al miedo, al discurso orientalista, a la imagen del Otro amenazante.
Se dirá que el discurso a favor de la construcción de la mezquita, o mejor, el discurso a favor del ejercicio equitativo de la libertad religiosa de los ciudadanos de diversas confesiones, no es más que pensamiento bienintencionado que no toma en consideración las eventuales consecuencias negativas que este asunto puede tener en un futuro que, no lo olvidemos, nadie conoce. En el caso alemán Wolfgang Schäuble, el ministro del interior que ha defendido en múltiples ocasiones el derecho de los musulmanes a ejercer su fe en público y a disponer de lugares de culto dignos, ha tenido que responder a los que le acusan de legislar desde los remordimientos y el sentimiento de culpa de los alemanes, sin prestar atención al hecho de que el islam constituye un peligro real.


Hace un par de días, un “artista” que responde al nombre de Gianni Motti, ha instalado un minarete blanco en el tejado de un museo en la pequeña localidad suiza de Langenthal. Se trata de un happening o de una instalación en el marco de una exposición artística que supuestamente pretende suscitar un debate sobre la tolerancia de los ciudadanos ante los símbolos religiosos ajenos. Con la excusa de los permisos de obras y la seguridad ciudadana, las instituciones de la zona se están planteando impedir que el minarete siga instalado durante las tres semanas que dura la exposición. Les parece una broma de mal gusto. Algo innecesario. Una ofensa, casi. Las susceptibilidades están también alteradas en el bando cristiano.
La oposición a los minaretes y a las mezquitas se basa en el miedo a unas eventuales consecuencias maléficas para el orden constitucional europeo. El pueblo quiere que el legislador tome en consideración su miedo y legisle de manera preventiva. Pero el miedo está también de la otra parte. Véase, por ejemplo, el argumento del gobierno suizo que aconsejará el “no” a la iniciativa en contra de la construcción de minaretes entre otros motivos porque podría convertir al país en una víctima de atentados terroristas.
Pero, aunque no siempre lo parezca, en ocasiones vivimos bajo el imperio de la ley. Y ésta garantiza el derecho igual a practicar los cultos, de modo que la laicidad no tiene otra alternativa que interpretarse de manera positiva o radicalizarse tanto como aquello que pretende combatir.