miércoles, 17 de septiembre de 2008

Legislar las ofensas religiosas

El diario pakistaní Daily Times publica la siguiente noticia:

OIC to move UNGA against caricatures

ISLAMABAD: A resolution against the publication of blasphemous caricatures of the Holy Prophet (peace be upon him) in various countries will be presented in the upcoming session of the United Nations General Assembly (UNGA), an Organisation of Islamic Conference (OIC) representative said on Tuesday.
“The resolution will demand legislation against the publication of blasphemous caricatures of revered personalities and derogatory remarks against religions. It will also demand [sacrilegious] actions be declared a crime,” OIC Secretary General’s Special Representative on Kashmir Ezzat Kamel Mufti told a news conference.
Mufti said a particular group in America and the European Union had been launching attacks against Islam. “However, we should not get emotional and resort to any kind of violence, including suicide bombings,” he said.

Los daneses que, como Ralf Pittelkow (de quien por cierto la Fundación FAES acaba de publicar un libro), ven peligrar las libertades básicas de Occidente a manos de los verdaderos liberticidas islamistas, han puesto el grito en el cielo. El caso es preocupante, pero la dramatización y gesticulación excesivas trabajan para la xenofobia y son herramientas de la acción política inmediata.

La equiparación entre sacrilegio y crimen todavía pervive en diversos códigos civiles europeos que regulan la blasfemia. En Dinamarca tienen un artículo semejante, y en el Reino Unido también se contempla la criminalización de según qué ofensas basadas en la etnia o el grupo social del ofendido. ¿Supone esto un mensocabo de la libertad de expresión? Sólo para los que consideren que la libertad de expresión es buena en sí misma y no por el fin que persigue. Las ofensas sólo están justificadas si sirven para algo más que ofender. Lo cual se puede decir de las famosas caricaturas de Mahoma que iban destinadas y sirvieron efectivamente para suscitar un debate sobre la propia libertad de expresión y los sentimientos religiosos ofendidos. Sólo por eso, la OIC ya debería estar agradecida.

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