En su conferencia de 2001, Creer y saber, Habermas escribe:
"La frontera entre razones seculares y razones religiosas es, sin duda, fluida. De ahí que la determinación de esta frontera siempre discutida deba entenderse como una tarea cooperativa que exige que ambas partes adopten respectivamente la perspectiva de la otra".
En estricta observancia de los principios de la teoría comunicativa, Habermas sostiene que la deliberación pública requiere la capacidad de los interlocutores de cuestionarse sus propias convicciones y observarlas desde el punto de vista de los que no las comparten. Nadie debe enrocarse en sus posiciones ni desestimar las de los otros simplemente porque vienen de quien vienen. Pero, ¿quién son los interlocutores reales? Las facciones políticas o los grupos organizados no son buenos ejemplos, pues no persiguen tanto el entendimiento como la defensa de los intereses propios. Despolitizar la arena pública es, así pues, una necesidad. Despolitizarla no significa dejar la política para los políticos, como decía el Caudillo, sino acabar con el monopolio de las voces con poder y devolvérselo a los verdaderos depositarios de la soberanía democrática, o sea, a los ciudadanos. Este es el atractivo de la democracia deliberativa que podría dejar de ser un ideal teórico y pasar a la práctica si los periodistas y sus jefes dejaran de limitarse a ser transmisores de la voluntad hegemónica de políticos, obispos y empresarios.
lunes, 22 de septiembre de 2008
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1 comentario:
I per això era necessari que obríssis un blog!
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