En el Elíseo, hace unos días, el presidente de la República Francesa pronunció, entre otras, las siguientes palabras:
"La laïcité positive, la laïcité ouverte, c’est une invitation au dialogue, à la tolérance et au respect. Dieu sait que nos sociétés, Très Saint-Père, ont besoin de dialogue, de tolérance, de respect, de calme. Eh bien, vous donnez une chance, un souffle, une dimension supplémentaire à ce débat public".
A su derecha el Santo Padre asentía. Pero ¿qué "dimensión suplementaria" aporta el Papa al debate sobre, por ejemplo, la bioética? ¿La dimensión de un dogma milenario administrado cuidadosamente por una elite eclesiástica? ¿O la dimensión de los millones de católicos a los que Ratzinger lidera? ¿O se trata de mera cortesía?
La cuestión radica en lo que se entienda por diálogo. Si el diálogo consiste en que todos los participantes estén dispuestos a revisar sus convicciones (excepto la convicción de que deben estar dispuestos a revisar sus convicciones) frente a toda evidencia que hable en su contra, entonces mal van a dialogar los jerarcas del catolicismo. ¿No?
lunes, 15 de septiembre de 2008
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