Una cosa es el naturalismo metodológico que utiliza los métodos de la ciencia para explicar la evolución de la especie, y otra cosa es el naturalismo filosófico que “emancipa a la naturaleza del Creador”. Esto escribe en L'Osservatore Romano (30/09/2009) Fiorenzo Facchini en respuesta a un artículo de dos darwinistas en la poco vaticana revista de Flores d'Arcais, Micromega. Según este autor, uno más de la punta de lanza vaticana, el naturalismo filosófico, a saber, el supuesto de que las hipótesis extra-humanas, extra-animales, por así decir, trascendentes, es “una extensión arbitraria, pues no se sigue de la ciencia y refleja posiciones subjetivas que fuerzan los datos científicos”. El articulista, paleoantropólogo y sacerdote, considera que el naturalismo filosófico es una ideología que confunde planos del saber, que extrae consecuencias que no se siguen necesariamente de los datos científicos y que presupone sus resultados. El asunto es complejo y esa es justamente su gracia, aunque en realidad no se trata de un chiste. Sin embargo, tampoco es necesario ponerse demasiado solemnes.
Lo importante aquí es la diferencia entre ideología darwinista e ideología católica. Recientemente el mismo Benedicto XVI ha dicho que el catolicismo no es una ideología. Sobre esto habrá que pensar más adelante. El tal Facchini parece estar diciendo algo distinto cuando afirma que siempre ha querido mantener separado su trabajo como paleoantropólogo y su dedicación sacerdotal, que se trata de no confundir los planos, de no proyectar la ideología católica o cristiana sobre los datos de la ciencia. El catolicismo sería una ideología, una mala ideología, se entiende, si pretendiera acabar con las explicaciones científicas, si las considerara falsas en virtud de un presupuesto teológico indemostrable. Pero hace tiempo que la iglesia católica ha entendido que esa no puede ser la vía, que hay que reconocer las virtudes del contrincante, pues además son verdad.
¿Qué pueden hacer mientras tanto los filósofos naturalistas? Defender su posición en términos pragmáticos es una tentación en la que se puede caer, y más si se cuenta con el digno precedente rortyano. Ir más allá y negar en nombre de la plausibilidad o probabilidad científicas que toda hipótesis naturalista es más comprehensiva que aquellas que no le hacen ascos a palabras como espíritu o Dios, me parece una temeridad. Esto es, se puede (y tal vez se deba) hacer filosofía come se Dio non ci fosse, pero actuando así puede ser que nos pase desapercibido algo. Y si bien es normal que nos pasen desapercibidas cosas, no es lo mismo saberlo que no saberlo, y los naturalistas parecen tan contentos con su ilusión de omnisciencia que a veces dan ganas de echarles una mano, de recordarles que hay cosas que no pueden explicar y que it's a good thing too.
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