¿Por qué todo el mundo opina sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo? ¿Por qué se plantean prohibirlo? Si, como efectivamente sucede salvo pocas excepciones, todas las prohibiciones, es decir, todas las leyes, existen para defender a los individuos de eventuales daños o para resarcirlos de los mismos, entonces hay que señalar cuáles son los daños sociales o individuales del matrimonio entre personas del mismo sexo. Las discusiones suelen centrarse en el derecho de adopción. Unos estudios dicen que los niños pueden verse perjudicados por tener progenitores homosexuales, otros dicen lo contrario. Una demostración más de que, si bien se puede argumentar filosóficamente sobre la validez de las ciencias humanas, lo que pasa la mayor parte de las veces es que las investigaciones en humanidades parten de un presupuesto que posteriormente fuerzan sobre su objeto de estudio hasta confirmar precisamente aquello que se buscaba. Pero, dejando de lado cuestiones epistemológico-políticas de difícil valoración, lo que parece evidente es que el aumento de derechos y de sujetos de derechos es una corriente imparable de la política y jurisprudencia occidentales. Topa con obstáculos, es cierto, pero los conservadores claman en el desierto, pues saben que los derechos, una vez concedidos, no se pueden revertir a no ser que se apueste por un procedimiento no democrático. ¿Qué juez sentenciaría que un derecho concedido a los miembros de cierta minoría deja de estar vigente? ¿Se aplicaría retroactivamente?
La democracia nos ha llevado a esta situación al permitir, e incluso incentivar, la participación de las minorías en el proceso legislativo. No hay vuelta atrás. La sociedad no tiende a su conservación, sino a un futuro incierto.
viernes, 17 de octubre de 2008
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4 comentarios:
Hoy los llamamos derechos de las minorías; ayer nos referíamos a ellos como privilegios. La transmutación es sólo verbal y contextual, pero el concepto es el mismo, así como las consecuencias: una sociedad empática y ajurídica con el enfermizo empeño de diseñar su desintegración ordenada.
Privilegios son los que tienen aquellos que no dejan acceder a otros a los derechos. Ampliar la base de los sujetos de derechos no tiene nada que ver con los privilegios, sino con la eliminación de los mismos y con la igualdad. Cualquier otra cosa es defender el status quo de los privilegiados.
Si el matrimonio era un privilegio antes de extenderse a las uniones homosexuales, ahora sigue siéndolo por no extenderse a las uniones polígamas, etc. Es lo que tiene jugar con las palabras.
Yo siempre pensé que en realidad no existía un "derecho al matrimonio", sino, sencillamente, una "obligación al matrimonio": todo el sistema social estaba diseñado para, aprovechando la ceguera momentánea que provoca el enamoramiento, encerrar al individuo en una red de la que no podría salir. El divorcio, por cierto, no alivia la situación, sino más bien al contrario, pero, en cualquier caso, es bien obvio que el espanto de los pleitos de divorcio se solucionaría muy bien si, sencillamente, el matrimonio no existiera.
Los homosexuales, entendía yo, gozaban de un privilegio: del privilegio de estar libres de ese juego de chantajes sentimentales que lleva al matrimonio. Era un privilegio, claro, justo: una compensación ante la evidente discriminación homófoba.
Pero ahora también los homosexuales quedan a merced de esa institución arcaica. El miembro menos seguro de sí mismo de la pareja ya tiene la aparente solución a sus inseguridades: convencer al otro de que tienen que casarse. En otras palabras: no me fío de ti, y quiero que me firmes un documento para que pueda perseguirte legalmente si dejas de tenerme amor eterno.
Por el momento, en fin, los menores de edad aún siguen estando protegidos de ese horror que es el matrimonio, pero también en esto llegará la "ampliación de derechos".
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