jueves, 7 de enero de 2010

Desguace del alma

En la esquina de Buenos Aires con Urgel alguien ha dejado un par de bolsas llenas de libros entre dos contenedores. Cojo uno encuadernado en amarillo: A mi manera, de Orwell en una edición de Destino del 76. Una recopilación de lúcidos artículos de prensa. Destaco esta cita en un texto publicado el 21 de marzo de 1940 bajo el título: "Mein Kampf", por Adolf Hitler.

"Mientras que el socialismo, y aún el capitalismo de un modo más remiso, les han dicho al pueblo "Te ofrezco que lo pases bien", Hitler le dice al suyo "Te ofrezco lucha, peligro y muerte", y el resultado es que la nación entera se arroja a sus pies. Quizá lleguen a cansarse y cambien de idea como al final de la guerra europea anterior. Después de unos años de matanzas y hambre "La mayor felicidad para el mayor número" es un buen slogan, pero en estos momentos "Más vale un final horrible que un horror sin fin" es un acierto para llevarse a la gente hacia delante. Ahora que estamos luchando contra el hombre que acuñó esta frase, no deberíamos quitarle importancia al atractivo emocional de ésta".

"Más vale un final horrible que un horror sin fin": la dulce tentación de no vivir.

2 comentarios:

Pahu dijo...

¡Y tan dulce! Visto lo visto, hace años ya que esto de la desesperanza como forma de esperanza se viene acuñando en el contradictorio pecho del hombre.

Valga esto como prueba: http://victorfpm-pahu.blogspot.com/2010/02/entre-la-resignacion-estoica-y-el.html

Daniel Ferrer dijo...

Desesperanza o esperanza, ambas creo que por igual, han sido y son la perdición histórica del hombre. Y me viene a la cabeza el filósofo Ernst Bloch, crítico con la esperanza, tan presente en el cristianismo, siempre por alcanzar y nunca realizable: el malestar en la conciencia humana. Esto mismo me evoca, a un cínico -como pocos- alemán del XIX: Stirner. Ni fantasmas, ni espíritus, estos son, esperanza en algo superior del porvenir.

Y siguiendo sus consejos, creo que no veo esperanza alguna. Sin embargo tampoco desespero, pues ni espero ni dejo de esperar nada que no esté en y por mí. Las utopías de la esperanza, por suerte, han muerto. Tenemos otros males, pero estos, ya no.

Precisamente como la propia historia demuestra, Hitler tenía razón, no obstante con un pero. El socialismo y el capitalismo por igual, daban esperanza al pueblo. Pero Hitler con su astuta y terrorífica dialéctica propagrandística -del brazo de Goebbels-, no solo motivó al pueblo con la esperanza del renacer alemán, pese a las calamidades del camino, sino que él mismo dio vida al verbo del terror en el espíritu o voluntad popular -volksgeist-.

Siento esta incursión, pero tal cuestión ha motivado mis, aún jóvenes, aspiraciones filosóficas que se demuestran, quizás, en una forma anárquica de la exposición de las ideas.