lunes, 9 de junio de 2008

Hace unas semanas Stanley Fish se preguntaba en su blog del nytimes qué papel deben desempeñar las convicciones políticas de los docentes. Hoy retoma el asunto y responde a sus comentaristas. Destaco la siguiente frase:

"[En la profesión docente] isolation from the political world is not required. All that is required is the quite ordinary ability to distinguish between contexts and the decorums appropriate to them. When you enter an institutional setting — an office, a corporate boardroom, a cruise ship, a square dance, an athletic event — the concerns to which you are responsive belong to the setting, and you comport yourself accordingly. Rather then asking, “What do my political and religious views tell me to do?”, you ask, “What do the protocols of this particular endeavor or occasion tell me to do?”
The setting of the classroom is no different, even though the materials you encounter are often fraught with moral and political questions to which you would give very definite answers were you confronted by them in your life outside the academy. As long as you are in the classroom, and as long as you recognize the classroom as a place with its own constituitive demands, those questions will be seen as items in an intellectual landscape and not as challenges to which you directly and personally respond."

La democracia /y la buena educación) requiere que los ciudadanos sepan comportarse de acuerdo con el contexto en que se hallan. Que sepan que las razones que valen en un contexto no valen en otro, que lo que sirve en el ámbito privado no siempre sirve en el público. Los profesores, a pesar de su libertad de cátedra, no pueden hacer discursos políticos. O mejor, no deben hacer discursos políticos, sino mantenerse en la superficie políticamente hablando y en la profundidad filosóficamente hablando. Si lo hacen o no, es otra cosa que debe dirimir cada cual en su conciencia.

Hay dos objeciones:
a) ¿Esta neutralidad académica, no es a su modo una forma de aquiescencia al, así llamado, sistema? ¿Una aceptación políticamente motivada de lo vigente?
b) ¿Es posible alejarse de los propios prejuicios?

A b) se puede responder que lo importante no es si es posible o no, sino si vale la pena esforzarse en conseguirlo. De modo que el profesor debe ir ya limpio de prejuicios a clase o, cuando menos, estar dispuesto a manifestarlos en ella para que entre todos sepan a qué atenerse, en qué campo juega cada cual, cuánto dinero gana cada cual, a qué instituciones sirve cada cual, qué pleitesías rinde cada cual, qué entiende cada cual por libertad de cátedra, quién o qué ha condicionado al docente en la redacción del temario de la asignatura.
La objeción a) presupone que los docentes deberían contribuir a algo así como la revolución o la reforma de la sociedad. Este presupuesto les atribuye unas prerrogativas distintas a las del resto de los ciudadanos, pues los considera no sólo responsables de su trabajo sino también del destino de la sociedad, elite, en definitiva. Los que piensan de sí mismos en estos términos, sufren de egolatría. El resto deben hacer su trabajo tan bien como puedan, cuestionando lo cuestionable (casi todo), y hablando de lo que saben. Del resto, mejor se callan.

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