miércoles, 18 de junio de 2008

Más allá del control democrático (I)

Como es sabido, en Suiza se convocan referenda cada tres o cuatro meses. El último fue el 1 de junio. Las dos primeras preguntas las habían planteado sendas iniciativas populares y ambas fueron rechazadas por grandes mayorías.
Ambas iniciativas proponían una mejora de las instituciones democráticas, pero su signo político era claramente dispar. La primera iniciativa defendía las naturalizaciones democráticas, la democratización del proceso de adquisición de la nacionalidad suiza, lo cual es un eufemismo para promover la reducción de los extranjeros que adquieren la nacionalidad suiza. El logo que decora su página es un buen botón de muestra:
La avidez de manos no tan blancas o decididamente negras por conseguir el ansiado pasaporte rojo.

La reforma consistía en añadir un artículo a la constitución suiza:

"Art. 38, al. 4 (nouveau)
4 Le corps électoral de chaque commune arrête dans le règlement communal l'organe qui accorde le droit de cité communal. Les décisions de cet organe sur l'octroi du droit de cité communal sont définitives."

Esto es lo que se llama democracia participativa y descentralización, elementos claves de la confederación, que, no obstante, pueden tener consecuencias poco democráticas, si entendemos que la democracia no sólo es el poder del pueblo, sino también el respeto de los derechos individuales de los habitantes del país. El proceso de naturalización que se propone mediante esta modificación constitucional conlleva una desprotección de los individuos, pues no hay garantías de que se argumente la denegación de la nacionalización, quedando todo el proceso a expensas de lo que decida la comunidad.
Cualquiera de los defensores de la democracia, cualquiera de esos ciudadanos que apenas tienen nociones de lo que es esta forma de gobierno pero que en todo caso sí que saben que ellos tienen derecho a dar su opinión y a que se los escuche y que los políticos esto y los políticos aquello, considerará que está bien que sea la comunidad la que decida los procedimientos de naturalización, pues de este modo se evita que sean las instituciones las que se encarguen de todo dejándonos a nosotros, los ciudadanos, fuera de todo proceso de decisión. Sin embargo, la sustitución del imperio de la ley por el imperio de la voluntad popular es una caja de Pandora repleta de retórica rancia y de vecinos compinchados en contra de los Otros.

Entre la democracia directa y la democracia como control, las sociedades diversas del mundo contemporáneo tienen que conseguir que los asuntos que afectan a cuestiones fundamentales sean sustraídos de las manos del pueblo y dejados en manos de los procesos constitucionales establecidos. Cuando se trata de cuestiones básicas, así pues, los ciudadanos pierden capacidad de decisión para ganar en fuerza de control de las instituciones establecidas. Para otros asuntos, menos importantes, tal vez sí que sería aconsejable ampliar la capacidad de decisión de los ciudadanos. La democracia directa no puede aplicarse a asuntos que afectan a los derechos fundamentales, si no se quiere correr el peligro de destruir la democracia por exceso de la misma.

Paradójicamente, esta ampliación democrática está sometida, a su vez, a un proceso democrático de decisión (el referéndum). Por fortuna, en este caso los ciudadanos suizos que votaron (un 44% aproximadamente) se inclinaron mayoritariamente en contra de una democracia directa, concediendo a las instituciones sometidas al control de la ley y al escrutinio público la potestad para decidir cómo deben regularizarse las naturalizaciones de los extranjeros.

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