miércoles, 16 de abril de 2008

Rushdie en la mezquita

Günter Wallraff el "periodista" que tanto ruido hizo en su momento sigue en la trinchera. Al parecer el verano pasado propuso una lectura de Los versos satánicos en la mezquita de Colonia. El consejo musulmán de la ciudad le había solicitado su intermediación con los ciudadanos para lograr la construcción de una nueva mezquita y Wallraff aceptó, proponiendo acto seguido la lectura del libro de Rushdie en el recinto. Los responsables de la mezquita no se negaron en redondo. Iniciaron las discusiones y al final declinaron la oferta, pues creían, cómo no, que semejante acto podía ofender a los asistentes. Wallraff retoma ahora el asunto y afirma que no cejará en su empeño, bien sea en Colonia o en otro lugar.

Lo interesante del asunto es el objetivo que se persigue, o mejor, el objetivo que se declara perseguir más allá del obvio ruido que todo “buen” periodista desea hacer. Wallraff dice que se trata de incitar el debate sobre el asunto dentro de la comunidad islámica europea y, en especial, entre las generaciones más jóvenes, los candidatos más propicios para incorporarse como ciudadanos de pleno derecho a las democracias occidentales y su plétora de garantías. Ser ciudadano, entonces, puede consistir tanto en asistir a un acto en el que la propia religión es objeto de burla (en el supuesto de que eso sea lo que se encuentra en el libro de Rushdie, cosa que no sé), cuanto en distanciarse de la autoridad omnímoda de la jerarquía de la religión a la que se pertenece.

El primer supuesto parece excesivo, pues demanda una tolerancia desproporcionada respecto a los fines perseguidos. Así, los católicos tienen que convivir en una sociedad en la que saben que su religión es objeto de burla y de insulto, pero no se ven obligados a asistir a jornadas de escarnio a su Dios. En cambio, el segundo supuesto parece más asumible o, cuando menos, parece más cercano a la retórica del individualismo según la cual las verdaderas elecciones son las que nosotros mismos hacemos y no las que nuestros padres, maestros, párrocos o entrenadores toman en nuestro nombre.

El paso del mito de Dios al mito del Yo, diría. Pero eso serían sólo palabras que tal vez y si hay suerte suenen bien, poco más. No se trata de parecer más listo que los otros, sino de pensar en términos de justicia, algo más aburrido. Y si de aburrirse se trata, pues mejor hacerlo sin nadie que nos amenace porque se nos haya ido la olla (perdón) en un momento de clarividencia supuesta o real.

2 comentarios:

Zápiro dijo...

Pienso que la clave está en la interpretación que usted hace del primer supuesto. La 5ª acepción de la RAE para "tolerancia" es: "Margen o diferencia que se consiente en la calidad o cantidad de las cosas o de las obras contratadas". La 6ª dice: "Máxima diferencia que se tolera o admite entre...". Creo que lo que pide Wallraff está más allá del "margen" o la "máxima diferencia". Es como cuando la consellera Tura inventó el término "tolerancia cero" en las infracciones de tráfico, para no decir "intolerancia". Por el lado opuesto, creo que lo que Wallraff propone podría calificarse de "humillación".

Por otra parte, es posible que muchos de los jóvenes candidatos a incorporarse a las democracias occidentales ya sepan quién es Rushdie, y tarde o temprano encontrarán la manera de leer los Versos satánicos.

Saludos

Zápiro dijo...

Pienso que la clave está en la interpretación que usted hace del primer supuesto. La 5ª acepción de la RAE para "tolerancia" es: "Margen o diferencia que se consiente en la calidad o cantidad de las cosas o de las obras contratadas". La 6ª dice: "Máxima diferencia que se tolera o admite entre...". Creo que lo que pide Wallraff está más allá del "margen" o la "máxima diferencia". Es como cuando la consellera Tura inventó el término "tolerancia cero" en las infracciones de tráfico, para no decir "intolerancia". Por el lado opuesto, creo que lo que Wallraff propone podría calificarse de "humillación".

Por otra parte, es posible que muchos de los jóvenes candidatos a incorporarse a las democracias occidentales ya sepan quién es Rushdie, y tarde o temprano encontrarán la manera de leer los Versos satánicos.

Saludos