Un scentiologist, que me ha visto tal vez algo alicaído, me pone en las manos un libro de Hubbard (Scientology. Un nuevo punto de vista sobre la vida). Un scientologist es, como reza el glosario del mismo libro, "alguien que mejora las condiciones de sí mismo y las condiciones de otros usando la tecnología de Scientology". Ahí encontramos también la figura del scientologist entrenado, una "persona que tiene un conocimiento especial sobre el manejo de la vida. Consigue esto mediante entrenamiento, que es una actividad formal (a diferencia de la lectura o interés informales) en que se imparte la filosofía y tecnología de Scientology a un individuo o grupo y culmina con la concesión de un grado o certificado".
Lleemos "tecnología", "condiciones", "entrenamiento", "grado", "certificado", conceptos que suenan más a ideología que a religión. Y surge naturalmente una sospecha infundada racionalmente, pero sí fundada en olfato, que nos pone en alerta.
Una ojeada a este libro repleto de consejos remojados en una prosa plana, cursi e infantil, traducida sin amor ni cariño, nos permite constatar que se trata de un manual para aprender a ir por la vida triunfando. La cosmovisión (si es que se puede deicr que la Cienciología es una cosmovisión y no un negocio) está centrada en el yo y su necesidad de encontrar un equilibrio. No hay referencia alguna a Dios en el libro, lo cual nos indica que en el caso de que un cienciólogo naufragara en una isla desierta no se arrodillaría buscando el consuelo de Dios, pues al parecer es un ser tan autosuficiente que no desea ni que lo abracen.
Para llegar a ser cienciólogo hay que pasar una serie de tests que clasifican a los individuos según su inteligencia o capacidad de reacción. A cada cual le corresponderán unos ejercicios en virtud de su lugar en la escala. Y esa escala regula también decisiones importantes en la vida, como el matrimonio. Según Hubbard hay una clave para conseguir buenas parejas:
"Los cónyuges que tengan el mismo retardo de comunicación se llevarán bien."
Aserto críptico absurdo que uno no sabe muy bien lo que significa, aunque sí lo que connota. A saber, aspiraciones tecnocráticas carentes de sentido del humor y de refinamiento. Basta subrayar que el exhaustivo glosario del libro ya mencionado no contiene la palabra "amor", lo cual es un error estético, estratégico y, lo que es peor, espiritual. Con esta visión simplificada de la naturaleza humana, la Cienciología, o Iglesia de la Cienciología, hace proselitismo y, conjeturo, persigue fines políticos y económicos. (Por lo menos eso piensa la Oficina para defensa de la Constitución (Verfassungsschutz) en Alemania y dicen que dijo el propio Hubbard: "I'd like to start a religion - that's where the money is").
Y que quede claro que todo esto lo digo sin ánimo de ofender, o sea, que, como dicen los juristas, no hay dolo.
viernes, 6 de marzo de 2009
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