Su misión propagandista fue felicitada incluso por un maestro del ramo, el papa Pablo VI, del que dicen que le dijo a Borman, uno de los astronautas: "I have spent my entire life trying to say to the world what you did on Christmas Eve."
Se dirá, y de hecho se dijo, que esas palabras, las del Génesis pronunciadas por los astronautas, no pueden ser auspiciadas por una institución financiada por el Estado. Pero, puestos a pensar, ¿a alguien se le ocurre un texto mejor que ese?
Que el texto en cuestión fuera leído por individuos que habían llegado donde habían llegado gracias a la ciencia, le añade un matiz autoirónico que sin duda placerá a los refinados y que haría las delicias de Stanley Fish, por ejemplo.
Sin embargo, esta difusión masiva de las primeras palabras de la Biblia, no tuvo las consecuencias divisivas que se le atribuyen al libro de los libros. Es de suponer que la vaguedad de esas palabras se diluyó en el caldo alegórico de tantas otras cosmogonías y mitos del origen. Como si todos hubieran quedado arrobados ante la contemplación titilante de nuestra singular endeblez.
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