jueves, 19 de febrero de 2009

La conciencia dividida del político

Unos católicos estadounidenses se han organizado para solicitar a sus obispos que dejen de administrar la eucaristía a aquellos políticos que en público y activamente defienden políticas y leyes que se oponen y contradicen a la iglesia en asuntos morales como el aborto, la eutanasia, la clonación humana, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la investigación con células embrionarias. Exigen la aplicación del artículo 915 de Código de Derecho Canónico que reza: "No deben ser admitidos a la sagrada comunión [...] los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave."

Al respecto puede ser pertinente recordar cómo el tal Joe Biden, uno de esos católicos acomodaticios, respondió cuando le preguntaron cuándo empezaba la vida:

"I know when it begins for me. It's a personal and private issue. [...] I'm prepared as a matter of faith to accept that life begins at the moment of conception. But that is my judgment. For me to impose that judgment on everyone else who is equally and maybe even more devout than I am seems to me is inappropriate in a pluralistic society."

Si se contempla todo el asunto en términos de privado/público, vemos que los católicos más fundamentalistas o menos flexibles están a favor de convertir el mayor número de asuntos en cuestiones públicas, mientras que los católicos liberales abogan por la privatización de las creencias en aras de la libertad individual, esto es, de la diversidad social. Los conservadores, por tanto, quieren difuminar la división público/privado, igual que hicieron las feministas precoces. Dicen: "este asunto nos concierne a todos", ergo, las libertades individuales tienen un límite en la verdad del derecho natural.

Pelosi y Biden (los políticos católicos más señalados) podrían perder su derecho a participar en la eucaristía por defender la libertad de los otros y por no pretender extender a lo público una creencia que consideran (a efectos estratégicos, claro está) estrictamente política. Pero la jerarquía católica ha salido del armario y no piensa volver a meterse ahí. Con la excusa de la evangelización quieran sacar las iglesias a la calle y con este fin no dudan en meter el dedo en las disonancias ajenas.

La conciencia de Pelosi y Biden, su conciencia dividida, es ahora un asunto público.

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