Escribe AN que al calificar de proselitistas a los ateos del autobús realizo una pirueta, esto es, hago una equivalencia injustificada. Dice además que ninguno de los autores que cito en el post en cuestión exigen la privatización del ateísmo. Puede ser que tenga razón. Vuelvo a leerlos y, excepto en el de AN, en los otros dos apenas encuentro argumentos, sino más bien la exposición brillante de idiosincrasias propias de señores que, qué duda cabe, se las saben todas.
Acepto, pues, que no exigen la privatización de las creencias, sean estas ateas o religiosas. No acepto, en cambio, que sea incorrecto considerar que los ateos del bus hacen proselitismo. Su denuncia, inhábil y pueril, es proselitista.
Veamos: los ateos denuncian los privilegios de las religiones por el simple hecho de ser eso, religiones. Van más allá y reclaman que las religiones pasen la prueba del algodón científico, que no se las acepte dando por buena la interpretación que los fieles dan de su práctica, sino que se las contemple cómo prácticas supersticiosas sin ningún arraigo en la racionalidad. (Es cierto que los del autobús no dicen eso, sino otra cosa, pero si pensaran un poco dirían lo que estoy diciendo, digo yo, y así subirían, lo que no es difíci,l el deficiente nivel de su campaña.) Denuncian con afán proselitista. Quieren que los ciudadanos se apunten al ateísmo, quieren hacer prosélitos, igual que los testigos de Jehová o los sanotes mormones que pasean por nuestras calles.
martes, 24 de febrero de 2009
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