L'Avvenire, el diario de la conferencia episcopal italiana, habla claro y se deja de eufemismos. Eso sólo se puede hacer desde el poder. En el editorial de ayer, no sólo niega los hechos (que calificó de verdugo a Beppino Englaro), sino que amenaza a La Repubblica con animar a sus fieles para que dejen de comprarla. La frase en cuestión es un ejemplo de lo que no es la caridad cristiana (sobre la que, dicho de pasada, el constitucionalista Zagrebelesky dice cosas interesantes):
"Attenti però, che cominciamo a stancarci. Che se la nausea raggiunge la soglia critica e i cattolici anche solo per un giorno o una settimana rinunciano ad acquistarvi in edicola, allora son dolori."
Traduzco: "Atención porque nos estamos empezando a cansar. Si el asco, la náusea, supera el umbral crítico y los católicos dejan de comprar durante un día o una semana su diario (o sea, La Repubblica), entonces habrá sufrimiento".
Es decir, se están cansando. Y si se cansan de tolerar a los otros, a los socialdemócratas o a cualquiera que discuta sus prerrogativas, pueden dejar de tolerarlos. Amenazan con movilizar a su masa social y poner en peligro el futuro de una casa editorial. No son ellos los tolerados, sino que son ellos los que toleran. Es un discurso del poder, del que hace saber que de igual modo que ha concedido el permiso, puede retirarlo. La tolerancia de que han sido objeto los no católicos es una graciosa concesión de la mayoría católica, y la magnanimidad es reversible, o sea que ¡al loro!
Este es el diálogo de la jerarquía católica.
sábado, 14 de febrero de 2009
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