sábado, 3 de enero de 2009

Contra el género

Hace unas semanas la ONU adoptó una declaración que no ha recibido aún el apoyo de muchos países y que, vistas las críticas recibidas, no hay motivos para augurarle un futuro prometedor. Se trata de la declaración sobre la orientación sexual y la identidad de género, una iniciativa francesa y holandesa a la que aún no se han adherido los Estados Unidos ni Rusia. La declaración se centra en las discriminaciones por motivos de género o de orientación sexual. Desde el Vaticano han mostrado su preocupación, pues consideran que semejante declaración da por buena la, así llamada, "ideología de género", la cual, además, dicen, no tiene una definición jurídica exacta en las leyes existentes.

¿Es necesario que las leyes reconozcan el género? ¿Qué hay que entender por género? Cabe suponer que la ideología de género es aquella promovida por discursos más o menos postmodernos, como el de Judith Butler, según los cuales la determinación sexual basada exclusivamente en rasgos físicos no rinde cuentas de las diversas maneras de vivir la propia sexualidad de algunas personas. La presencia de determinados órganos sexuales no puede ser considerado el único criterio para asignar la sexualidad de los individuos, sino que la decisión acerca de la propia sexualidad queda en manos de cada cual, respetándose así el principio de autonomía. La "ideología de género" no supone una renuncia total a la naturaleza, o cuando menos no es esa la clave en que debe ser leída. Lo que persigue es reducir la presión de la mayoría, de lo "normal" sobre los individuos. Es un movimiento más de reconocimiento de lo minoritario, una estrategia para legitimar el núcleo normativo de las instituciones. Y, como dice aquel, bien está.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí que se respete la orientación sexual de las personas me parece estupendo. Aclarar y actualizar la naturaleza de los derechos para dignificar cualquier comportamiento que no sea lesivo para los demás me parece necesario y enriquecedor pero redefinir conceptos como el de género me parece (así sin pensármelo demasiado) inapropiado. Las palabras significan lo que significan, no sé si por acuerdo, por costumbre o por casualidad pero la cuestión es que hasta el día de hoy puedo salir a la calle y conversar con cualquiera sin tener que recurrir a una entidad superior para saber qué narices me están diciendo. Si acordamos que el género pasa de ser una característica anatómica a ser una cuestión vocacional perdemos la capacidad de determinar el significado de género y también el género de las personas y creo que una cosa es ser libre de hacer con tigo mismo lo que quieras y otra muy distinta es decidir lo que eres. O quizás no. Quizás también podemos decidir lo que somos, pero lo que no podemos (en mi opinión) es hacerlo a costa del significado del lenguaje. El lenguaje debe ser algo que cambie de forma natural, no por voluntad de las mayorías, de las minorías o del legislador. El lenguaje debe pertenecer al individuo, a la sociedad, no a las instituciones, sino se puede caer en el absurdo descrito en 1984 donde la voz del Gran Hermano prometía a las masas enfervorecidas aumentar la ración de chocolate de 150 a 125 gramos por persona.

Oriol Anguera