martes, 27 de enero de 2009

Postrados ante Dios en el ágora


El ministro de interior italiano, Roberto Maroni, valoró la semana pasada la posibilidad de imponer una directiva dirigida a los alcaldes para que impidan las manifestaciones delante de los lugares de culto. El asunto detonó tras una manifestación a favor de Palestina a inicios de enero que finalizó con una plegaria espontánea y colectiva de musulmanes en la plaza de la catedral de Milán. (Al fin parece que tras el globo sonda enviado a la prensa la semana pasada, la directiva ha quedado abandonada, tratándose ahora "exclusivamente" de controlar con cámaras las manifestaciones.)

En caso de que se quisiera implementar semejante directiva, deberían plantearse diversas cuestiones:

-¿Es la plegaria una forma de manifestación?

- ¿Hay que pedir un permiso especial si la manifestación tiene contenido religioso (como una procesión de Semana Santa, por ejemplo)?

- ¿Hay que proteger el derecho de los católicos a no sentirse ofendidos por una plegaria islámica delante de un lugar de culto cristiano?

La cuestión de la ofensa no merece ser tomada en consideración, a pesar de las quejas de los supuestamente ofendidos. A fin de cuentas, el dios al que unos y otros rezan es el mismo, y además no hay motivos objetivos para considerar que esta ofensa o impostación de ofensa constituya un perjuicio real. Y no es un perjuicio real porque, de una parte, no existe la voluntad de ofender, y, de la otra, no es más que la manifestación pública de la fe sin mensajes negativos o en contra de nadie. Además, los católicos deben saber que su exigencia de participar en el espacio público de pleno derecho implica la ampliación de esta participación a todas las tendencias espirituales (por llamarlas de alguna manera) y, por tanto, no puede implicar ningún privilegio, más que el privilegio que tienen las religiones por ser eso, religiones.


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