viernes, 23 de enero de 2009

República y religión

Obama es un demócrata creyente, lo cual en otra época era más raro. Ahora, sin embargo, todos los candidatos, si es que desean tener algún éxito, deben ser creyentes. Se ha escrito mucho sobre la religión civil en los EEUU y sobre la ceremonia presidencial en la que abundaron los símbolos religiosos. Parece ser que una asociación de ateos estadounidenses ha puesto una demanda exigiendo la desaparición de toda referencia religiosa en las ceremonias de "coronación" presidencial, pero lo único que han conseguido es la inclusiva alusión de Obama a los no creyentes como miembros de pleno derecho de la ciudadanía americana.

La pregunta que naturalmente surge es si la confesionalización de una ceremonia del Estado atenta contra la laicidad. En primer lugar hay que decir que el término "laicidad" no existe en inglés. Eso no impide que los EEUU sea un país laico, tal vez aquel cuyas instituciones sean las más laicas, como se evidencia en la primera enmienda y en la constante atención jurídica a la separación Estado-iglesias, que es la manera en que se entiende ahí la laicidad.

La pregunta debe ser, entonces, si la plegaria pública con motivo de la coronación de Obama (y de casi todos presidentes anteriores) supone una vulneración del muro que debe separar al Estado de las iglesias, como quería Jefferson. ¿Qué hace la mano izquierda del presidente sobre la Biblia? ¿Y qué hace su mujer sosteniéndosela? ¿Qué hace el presidente electo con la cabeza inclinada mientras escucha el padrenuestro? Pues no hacen nada más que religarse con la nación, con el pueblo. Es un acto conservador que une a la comunidad y le da sostén. En 1825, John Quincy Adams utilizó un volumen de derecho constitucional, algo mucho más acorde con el principio de separación pero menos aglutinador. Una nación fuerte necesita una argamasa que la mantenga cohesionada. Paseamos por Francia y vemos por todas partes los tres conceptos y los tres colores de la bandera, los alemanes tienen una cultura común, otros una selección nacional. Y ahí donde falta un cemento unificador, pues así estamos, desunidos y disgregados. Y es que el patriotismo constitucional al fin y al cabo sólo resulta convincente en las aulas universitarias o cuando lo manipula la derecha.

Se dirá que esa masa humana humillada en oración en Washington es un ejemplo de idolatría e ignorancia. Pero los liberales que se ríen de la ignorancia ajena no parecen darse cuenta de que las repúblicas fuertes necesitan ritos como ese, necesitan saber que el vecino también teme el juicio final y por eso se comporta con cierta dignidad.

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