Lo dijo Azaña en un memorable discurso cuando se debatían los artículos sobre la libertad religiosa de la Constitución de 1931 y lo repite ahora, con adverbios demasiado contundentes para ser creíbles, José María Contreras Mazarío, catedrático de derecho eclesiástico y director general de Asuntos Religiosos: “Spain isn’t Catholic theoretically, culturally or politically”.
Está claro que España ni es ni debe ser católica "políticamente", pero negar su raíz cultural católica supone desatender los hechos. Sin embargo, está bien que así lo enuncie alguien con un cargo de responsabilidad, pues la cultura no puede ser sólo el pasado, sino también el presente y el futuro. Y en el presente España no es católica, sino una monarquía constitucional con libertad religiosa y con una población que utiliza las iglesias católicas para los ritos de paso y para aprovechar su inigualable escenografía y versatilidad ritual.
Este dato no debe preocupar a los católicos, pues se mantienen en vigor los acuerdos con el Vaticano (el mal llamado concordato). Ni siquiera les debe preocupar la reforma de la ley de libertades religiosas. Otra cosa es la jerarquía católica, que concibe su papel en términos estratégicos y de negociación, y que ve en el reconocimiento de otras religiones una pérdida de privilegios y una amenaza a su supervivencia.
viernes, 9 de enero de 2009
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